Soy miope desde niño. Si me quito los anteojos no podría disfrutar ni ver el mundo a mi alrededor. Necesito los anteojos para ver. Con sus cristales corrijo la imagen distorsionada que me llega a través de los ojos.
Ayer, por unos momentos me quité los lentes, limpié sus vidrios y me pregunté:
“¿Qué pasaría si a través de estos cristales pudiera ver el mundo como lo ve Dios: con Misericordia, ternura y Amor? Sin juzgar a nadie. Perdonándolos a todos”.
A veces me vienen estas ideas ingenuas, y me quedo reflexionando en ellas. Me encanta pensar en las cosas de Dios. Trato de conocerlo más, para amarlo más.
Conversaba con una joven que se prepara para ir a la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia. Me contaba los preparativos, los eventos que realizan para reunir fondos.
También usa lentes y me animé a contarle mi inquietud. Y le propuse esto: “¿Qué tal si durante una semana, cada vez que nos ponemos los anteojos, miramos a través de ellos con misericordia?”
“¿Y los que no usan anteojos?”
“Muy fácil”, respondí. “A ellos les bastará abrir sus ojos cada mañana y proponerse cada día, durante una semana ver el mundo, y todo a su alrededor, con Misericordia”.
“¿Por qué una semana?”
“Porque un día cuesta. Una semana cuesta más. Y un año es mejor llevarlo de poco, una semana a la vez”.
Esta mañana cuando desperté me acordé del reto. Tomé mis anteojos, limpié los cristales y mientras me los colocaba me dije: “Empecemos Claudio”.
He procurado ser amable, misericordioso, en cada evento del día. Antes de hablar me digo: “Misericordia”.
Procuro la alegría que da la presencia de Dios en nuestras vidas.
No más salir de mi casa me di cuenta que no es tan fácil hacerlo. Decirlo es sencillo. Y es que chocamos con las opiniones de los otros, con sus formas de ser y actuar.
Alguien me ha cerrado el paso con su auto, acelerando cuando yo tenía la preferencia. Me muerdo los labios y sonrío con amabilidad.
Debo amar. Hacerlo todo diferente. Una re-ingeniería espiritual.
Perdonar.
Ser misericordioso.
“Comprender, no criticar”, como decía el buen Papa Juan.
Ahora te lo propongo a ti.
¿Te animarías a usar los anteojos de la Misericordia esta semana?
Te paso el reto. Y tú, pásalo a otros.
Comparte tus experiencias.
Seguro serán formidables.
¡Una gran aventura!
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