Cada mañana despierto agradeciendo a Dios tanta bondad. Es un Padre bueno y tierno. Debo agradecer las cosas buenas y también aquellas que no me agradan, las que me hacen sufrir; porque sé que si Dios lo ha permitido es por un buen motivo.
Es algo que nunca he comprendido, ¿por qué el sufrimiento? Debes saber que nunca me ha gustado pero le digo bajando el rostro: “Lo que tú quieras, cuando lo quieras, como lo quieras”.
Simplemente lo acepto. Sin comprender, como un acto de confianza.
Lo tomo en mis manos y lo ofrezco a Dios, por el bien de las almas.
Procuro conservar la gracia santificante. Sin ella lo pierdo todo. Y no soy capaz de enfrentar las dificultades de cada día.
Es curioso, estoy sentado en mi silla favorita, en el patio interior de mi casa, son las 8:33 am y te escribo. No te conozco, pero te siento mi hermano (a). Somos hijos del Altísimo. Él ha querido que lo seamos y que nos amemos. ¿Será esto posible?
Nos ha pedido que seamos misericordiosos, por lo tanto es posible.
Veo cómo nos hacemos daño unos a otros. Crees hacer el bien y crucificas a tu hermano. A veces lo pienso, también yo caigo en ese pecado, cada vez que pienso o me expreso mal de alguien. A menudo en Misa, antes de comulgar me vienen a la mente estas palabras de Jesús.
“Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano: luego vuelves y presentas tu ofrenda”. (Mt 5, 23-24)
Hace algún tiempo vi con mi esposa una película sobre la vida de san Felipe Neri (Prefiero el Paraíso). Una señora que regularmente se confesaba calumnió a una persona. San Felipe de penitencia le dijo que fuera al mercado, comprara una gallina y se la llevara, pero en el camino la iría desplumando. Cuando la señora llegó con la gallina desplumada pensando que había cumplido su penitencia, San Felipe le ordena:
“Vuelve al mercado y en el camino recoge todas las plumas y me las traes”.
La señora se dio cuenta de su grave pecado, era imposible recoger las plumas como imposible era recoger las palabras vertidas.
……………..
Queremos recomendarte otros artículos que podrían gustarte.