Cada año, por estos días reflexiono en mi vida, lo que he hecho y me queda por hacer. Y me doy cuenta que, a menudo, vivo la vida que no quiero, y ando en pos de lo temporal.
Me doy cuenta que es verdad:
“Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta el amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe”. (1 Cor 13, 1)
He pasado parte de mi vida resonando como el bronce, sin dar frutos de eternidad. Muchas veces falté a la caridad y el amor. Me doy cuenta que sin caridad, nada somos.
De pronto el papa Francisco decreta el año de la Misericordia. Y comprendo. Y todo cambia para mí. Se abre una puerta que me lleva a la Misericordia. Y vuelvo a leer estas palabras.
“El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso, no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal, el amor no se alegra de la injusticia, se alegra de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera”. (1 Cor 13, 4 -7)
He perdido tanto tiempo buscando lo innecesario.
SÓLO DIOS ES NECESARIO.
Buscarlo debería ocupar mi mayor tiempo. Es como decía santa Teresa de Jesús: “Sólo Dios basta”. Lo demás no es importante, no vale la pena, porque todo aparte de Dios es pasajero, frugal y temporal.
Este año he decidido retirarme un poco del mundo. Dedicarme a Dios, mi familia y la oración. Escribiré mis experiencias y las compartiré contigo.
Será una gran aventura espiritual.
Quiero cambiar, pasar más rato en la presencia amorosa de Dios. Conocerlo más, para amarlo más.
Hay tantos misterios que anhelo conocer, y todo gira en torno a Dios. Un Dios perfecto y yo, un hijo imperfecto. Él, un Dios eterno y yo un hombre temporal, que busca la plenitud en la eternidad.
Es muy clara mi desventaja, soy una persona con muchas limitaciones, cometo errores, caigo, me levanto… pero deseo cambiar, mejorar, por eso debo esforzarme.
La condición del hombre pecador siempre será una desventaja en esta búsqueda. Debe atravesar un camino repleto de espinas y trampas para su alma. En cada recodo del camino nos espera una nueva tentación, más dulce apetecible. Y si te dejas, a medida que pasan los años, te envuelven y vas olvidando lo fundamental, lo que en verdad es necesario:…”La dulce presencia de Dios en tu vida”.
Este nuevo año te recordará cada día, en cada momento, con cada amanecer, que Dios existe, que es Él es Amor y que estamos llamados, tú y yo, a ser misericordiosos.