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Faltaban 5 días para la Navidad cuando cayó la primera bomba. Entonces… (un Testimonio impactante)

Almacén de municiones

© Official U.S. Navy Page

Claudio de Castro - publicado el 19/12/17

Aquél año fue diferente en Panamá. Había algo raro en el ambiente. Los católicos nos preparábamos como podíamos, para vivir la Navidad.

20 de diciembre de 1989

Después de tantos años, tengo frescos los recuerdos en mi mente. Se hablaba mucho de una inminente invasión de los Estados Unidos a Panamá. Pero nunca llegaba. Recuerdo que en casa guardábamos cajas con arroz, lentejas y comida enlatada, por si acaso. Como nada ocurría consumimos todo. Y volvimos a la normalidad.

¿Recuerdas la parábola de las de las vírgenes 5 prudentes y 5 insensatas? Las insensatas se quedaron si aceite. (Mt 25, 1-13) Fue lo que pensé cuando cayó la primera bomba y todo retumbó. Me quedé sin aceite, sin alimentos, sin nada. Tanta preparación los meses previos y al final nos tomó desprevenidos.

Era de noche. No sabíamos lo que ocurría afuera. ¿Y si muriera? No estaba preparado. ¡Santo cielo!

Pensé en la venida de nuestro Señor. Nos tomará igual, desprevenidos.

Deseo estar preparado. Que Jesús me vea y sonría y me llame amigo. Como decía un hijo mío de pequeño: “Quiero ser del equipo de Jesús”.

Debemos ser persistentes, valorar el estado de gracia como un tesoro, porque nunca sabes cuándo partirás de este mundo. Recuerdo un tío de mi esposa quien enfermo me decía: “Estoy preparado para partir cuando Dios me llame. Con el pasaporte y mi maleta en la mano”.

No pude evitar estas reflexiones, Pasaron por mi mente en una fracción de segundo.

Las bombas empezaron a caer y todo retumbaba. Sentí miedo. Indignación. Y pensé en mi familia, que dependía de mí. Estaba recién casado. Tenía dos hijos pequeños.

Timbró el teléfono y nos confirmaron: “Había empezado la invasión de los Estados Unidos a Panamá”.

Los próximos días serían de oscuridad y miedo. Y un hondo dolor.

Aquél día por la tarde estuve con mi esposa en un supermercado que inauguraba y ofrecía cientos de promociones. Le dije a Vida: “No tenemos comida en la casa. ¿Qué tal si aprovechamos y compramos algo?” Pero estábamos tan cansados que decidimos dejar la compra para el día siguiente. Esa noche empezaría la invasión.

Llevé a los niños al cuarto de fondo, donde pensé que estaríamos protegidos. Algo explotó enfrente y volaron vidrios de la sala dentro de la casa.

La Virgen Peregrina nos había venido a visitar. Estaba con nosotros en el cuarto. La miré agradecido y comprendí. Siempre he experimentado su protección maternal. Me he sabido hijo espiritual de la siempre Virgen María. Cuando he caído me toma de la mano y me dice: “Levántate hijo mío, haz lo que te dice Jesús. Él te ama mucho”.

Fue muy triste y doloroso. Y esperamos que nunca ocurra algo similar. Que los presidentes y poderosos de este mundo comprendan que queremos Paz.

He aprendido que el mayor bien que se nos da,  luego de la vida, es la Paz. Vivir en Paz contigo y los demás.

Señor, siembra en nuestros corazones el anhelo de la paz.

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CUANDO DIOS TE SACA DE TU COMODIDAD

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