¿Es sacrilegio comulgar en la mano? No tienes idea a cantidad de personas que me lo preguntan. Hace poco, luego de consultar a sacerdotes, de investigar, orar y hablar con personas entendidas, publicamos en Aleteia un artículo sobre ello que puedes leer aquí.
¿Es sacrilegio comulgar en la mano? (No te pierdas esta reflexión)
He querido volver al tema por la cantidad de dudas e inquietudes que existen.
La conclusión es simple: No es sacrilegio comulgar en la mano, la Iglesia lo permite por circunstancias especiales, pero debemos recordar siempre a quién estamos tratando.
Sacrilegio es comulgar estando sin confesarse guardando un pecado mortal. “Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor.” (I Corintios 11, 27)
Comulgar en la mano no es lo ideal, no te permite guardar una postura de respeto, como cuando estás de rodillas y lo recibes dignamente en la boca.
Uno de mis mayores temores e inquietudes con la comunión en la mano, es el sacrilegio que puede ocurrir cuando alguien en un descuido, se lleva la hostia santa con malas intenciones o cuando las partículas de hostia consagrada caen al suelo desde nuestras manos y luego son pisoteadas por los que vienen detrás. No revisamos la palma de la mano buscando esas pequeñas partículas. En cada una, está Jesús.
Esa hostia consagrada por las manos del sacerdote, es el Hijo de Dios, Jesús Sacramentado. Trátalo con la dignidad y el amor que se merece. Es Jesús y está VIVO. Te lo repito, está VIVO.
¿Caen partículas de las hostias? Lo he visto infinidad de veces sobre una patena. Observa cuando un monaguillo ayuda al sacerdote durante la comunión portando una patena. Hace poco volví a comprobarlo.
Sí, al no revisar nuestras manos, nos descuidamos y pueden caer partículas de hostia consagrada.
Cae Jesús al suelo y luego es pisoteado.
La comunión te une a Dios íntimamente. Debes guardar el estado de gracia como un tesoro que se te ha confiado, ya que Jesús habitará en ti y serás un sagrario vivo.
Debes recuperar el sentido de sacralidad, y tener gestos de adoración y de amor, al Hijo VIVO de Dios.
Al comulgar recibes infinidad de gracias santificantes que fortalecen tu alma al momento de la prueba y las tentaciones.
No somos dignos de recibirlo, pero podemos ofrecerle nuestro amor, tratarlo con cariño, guardando la dignidad y el respeto a la presencia real de Jesús en esa blanca hostia.
Queridos sacerdotes, por favor prediquen más sobre este tema. Hay muchas inquietudes y necesitamos claridad para evitar los abusos, la indiferencia al momento de recibir a nuestro Señor en la mano. Oriéntennos en sus homilías sobre «lo que enseña nuestra Iglesia».