Hoy me desperté muy temprano para ver un amanecer. Es uno de los pequeños placeres que puedo darme en medio de este encierro forzado por la Pandemia. Aproveché para rezar un rato y ofrecer mi vida y mis sueños al Sagrado Corazón de Jesús.
Quisiera tenerlo contento, y que sepa que le queremos.
Suelo meditar en estas dolorosas palabras que Jesús le dijo a santa Margarita María de Alacoque:
“He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor.”
Me brotó de los labios esta bella jaculatoria:
“Sagrado Corazón de Jesús, en voz confío”.
Sentí una gran paz y serenidad. Cada vez que medito en el amor de Jesús por la humanidad, me siento feliz y mi mente viaja a gusto. Esta vez me vi en san José Costa Rica.
Cuando era pequeño, pasaba las vacaciones del verano en la vieja casa de madera de mi abuela en el barrio la Dolorosa de san José Costa Rica. En esos días hacía un frío que te helaba los huesos y debías andar con un grueso abrigo. Mi abuelita siempre estaba detrás de mí para comprobar que estaba bien abrigado.
En aquella casa, éramos 8 primos, mi abuela, mi tía Marta, tío Julio, mi mamá y mis dos hermanos. La casona tenía 2 pisos. Tenía un largo pasillo y un patio interior con mucha vida. El piso de madera se enceraba cada sábado con una máquina especial.
En la esquina había una pulpería (abarrotería) con un nombre curioso: “el pato cojo”. Allí iba por las tardes a comprar helados y galletas.
Estuve viendo fotos del antiguo barrio La Dolorosa y escuchando música costarricense mientras escribía este blog. Aquél que ha pasado alguna temporada de niño en casa de sus abuelos, podrá comprender mis palabras y añoranzas.
Cada tarde nos reuníamos en el comedor principal, toda la familia y los invitados que solían llegar, para compartir el café colado, acompañado con tostadas, mantequilla y una deliciosa mermelada de frutas, casera.
Bajando las escaleras de la casa de mi abuelita, ella tenía un cuadro enorme del Sagrado Corazón de Jesús. Era imposible pasar por allí sin verlo.
Cuéntanos, ¿en casa de tus abuelos tienen también una imagen del Sagrado Corazón?
Hace poco estuve en la casa de una ancianita en Panamá y me encontré un cuadro idéntico. Fue maravilloso. El Sagrado Corazón. Me recordó una de sus 12 promesas:
“Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón esté expuesta y sea honrada”.
Me brotaron del alma estas palabras:
“Qué bueno eres Jesús”.