He tratado inútilmente de comprender los designios de Dios. Sé que son maravillosos y que su voluntad es perfecta, que todo lo permite para nuestro bien. Y aun así no logro entender la mayoría de las cosas.
Una vez leí que la vida es como viajar en un bote. Vas remando sobre un río caudaloso. Vemos solo el paisaje que tenemos delante de nosotros. No podemos ver lo que está esperando después de la curva o detrás de los árboles.
Dios, por el contrario, desde el cielo, puede contemplar todo el panorama, desde el nacimiento del río hasta su desembocadura al mar. Puede observar lo que pasamos, dónde estamos en este momento y lo que vamos a vivir. Vela como un padre amoroso por nuestras almas y necesidades, pensando siempre en nuestro bienestar. ¿Cómo comprenderlo si solo vemos lo que tenemos enfrente?Su perspectiva es la eternidad, la nuestra lo temporal.
Desde pequeño ha procurado comprender lo que me está vedado. Un buen día comprendí que sería imposible, que tal vez en la eternidad, libre de mis limitaciones temporales, me permitan ver y entender.
Dios es amor. ¿Cómo comprender el amor si amamos tan poco? Por eso le pido siempre una pizca de su amor, para amar más, ser misericordioso y justo.
Me gusta pensar que la vida es como un enorme y maravilloso rompecabezas que Dios nos pide armar.
Estamos llamados a armarlo con las piezas que nos dan. Jamás podremos ver la imagen final, en su totalidad, no tenemos esa capacidad. Pero podemos intuirla. Es como cuando quieres conocer a Dios y todo te habla de Él. No puedes verlo, pero lo reconoces en su obra, la naturaleza, la vida, los detalles pequeños.
Suelo andar con una pieza de ese rompecabezas en la mano, es apenas un pequeño pedazo del todo. Nunca se sabe. Dios en su infinita sabiduría suele enviar personas que se cruzan en tu camino y tienen la otra pieza, la que te falta y encaja perfectamente en la tuya. Acostumbro preguntarle: “¿Qué quieres que haga Señor?”
Me ha pasado que esa pieza llega de la mano de alguien que no esperaba, incluso de uno que me ha hecho daño, sin saberlo. Nosotros juzgamos y no vemos. Dios ve el corazón y conoce nuestras intenciones. No juzga, ama. No te señala, te abraza.
¿Cómo podré ver mi pieza de ese rompecabezas? “Amando. Con toda tu alma y todo tu ser”.
Confía, ama y verás grandes milagros en tu vida.
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