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El GRAN Regalo de Dios

joven abriendo los brazos al amanecer

© jill111

Claudio de Castro - publicado el 16/01/16

La vida es un regalo de Dios.

Me siento a pensar en lo que he vivido y los años que me quedan por vivir. Y reconozco que la vida ha sido maravillosa y no espero menos del futuro.

¿Problemas?  Han llegado inoportunamente, más de los que cualquiera pudiera desear.

¿Qué he tenido? Unos padres maravillosos que me dieron lo mejor de ellos, una familia extraordinaria, cuatro hijos estupendos, una bella esposa, y un camino nuevo por recorrer…

Siempre busqué a Dios. Al principio intuitivamente, casi sin darme cuenta. Luego tuve conciencia de su presencia en medio de nosotros. Y me maravillé de esto.

Las palabras de san Pablo en Atenas me marcaron profundamente:

“…en él vivimos, nos movemos y existimos”.

No imaginas cuántas veces voy a un parque cercano y me siento a reflexionar en ellas. “En Dios vivimos”.
Es algo que nos supera. ¿Quién puede entender estas maravillas?

Veo la naturaleza, los árboles, las piedras y me digo: “Todo lo creaste… Señor, que grande eres”.

Dios siempre ha tenido la delicadeza de llamarnos hijos. De mil maneras lo hace.  Y me encanta. Me da alegrías.

A menudo recuerdo cuando mi mamá, siendo yo un niño me llevó a conocer a la sierva de Dios, sor María Romero en Costa Rica.  Una mujer extraordinaria que amó a los pobres, y lo dio todo por ellos. En sus escritos descubres una espiritualidad profunda. Supo comprender las palabras de san Pablo de una forma tan sencilla, que te aclara muchas dudas:

“La naturaleza me encanta, me llena de un amor inmenso al Señor. Lo veo en las cosas más pequeñas: en una gota de agua, en un insecto, en una flor, en el canto de un pajarillo, en el oleaje del mar… En todo está Dios con su grandeza y su infinito amor”.

Saberme hijo amado de Dios me llena de esperanza, me da valor para enfrentar las dificultades de la vida, y me permite seguir adelante.

Mi esposa Vida, siempre dice: “La vida es sencilla. Nosotros la complicamos”. 

Mientras escribo estas líneas ha llegado mi nietecita a verme, se subió a una silla que estaba a mi lado y me miró con curiosidad.

“¿Qué haces?”

“Escribo. Tu abuelo escribe historias”.

Miré sus ojos puros, inquietos, llenos de ilusión.

“¿Te gusta?” pregunté.

Inocentemente respondió: “También me gusta: “Los pollitos dicen”.

Me he reído a gusto con esta ocurrencia infantil y lo he recordado: Dios está en los corazones puros… En los niños, nuestros hijos, sobrinos, nietos… en los niños del mundo. En los que han aprendido a ser como niños, sencillos, felices, inocentes.

Siempre que le pregunto:
“Señor, ¿dónde estás?”

Me parece que responde:
“Aquí. En ti. A tu lado. Contigo”.

Hago un alto y rezo:
“Dios omnipotente y eterno… gracias por ser mi padre”.

Me emociono cuando hablo de Dios. Él siempre ha llegado a tiempo para salvarme, mostrarme el camino, o simplemente estar conmigo cuando más lo necesito.

La vida no es perfecta, pero Dios, creador de la vida sí lo es. Y eso me basta.

Nos ha dado el regalo perfecto. Su presencia.
No pido más.

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