La Cuaresma está llegando a su fin.
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Hace poco escuché en un artículo de Aleteia el canto de hermandad entre un rabino y un obispo. Uno le canta a la Navidad, el Rabino a la Fiesta de Janucá. Un gesto de convivencia, hermoso, sin divisiones. Unidos a pesar de las diferencias.
Me gustó mucho, sobre todo por mi descendencia hebrea. Mi abuelo se llamó Abraham, tengo un primo Rabino y yo, escritor católico. Me siento orgulloso y feliz de mis raíces hebreas. Cuando voy a la sinagoga por alguna fiesta familiar, sé que lo que veo y escucho fue lo mismo que vio y escuchó Jesús cuando fue a una sinagoga.
Cuando nos reunimos hablamos de lo que nos une, de la familia, de las alegrías de la vida, de los triunfos de nuestros hijos, de nuestras inquietudes. Y compartimos momentos de paz y armonía.
El mundo necesita un momento de silencio para detener los odios y poder amar.
Un conocido me comentó desilucionado:
“Hemos puesto a circular la moneda del odio”.
“Pues saquémosla de circulación amando”, le respondí.
Me encanta esta cita de san Juan de la Cruz:
“Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor”.
En un mundo que sufre, con países en guerra, y personas abandonadas, tenemos una maravillosa tarea para navidad: “llenarla de amor”.
¿Tienes un enemigo?
Acércate a él y dile:
“Eres mi hermano. No más odios entre nosotros”.
¿Te hacen daño?
Perdona. El perdón tiene un efecto maravilloso.
¿Qué puedes obsequiar?
Hornea galletas caseras y compártelas con tus vecinos. No hay nada que uno agradezca más. ¡son deliciosas!
¿Te sientes solo?
Participa de las actividades de tu parroquia, ayuda a los grupos que celebrarán la Navidad dando de comer al hambriento, obsequiando regalos a los niños pobres. Hay tanto que puedes hacer.
Me encanta la Navidad.
Esta mañana salí como de costumbre con mi esposa vida. Vi algunos letreros de “Felices Fiestas”. Y yo, como soy un poco me apresuré a desearles a todos una “Muy Feliz Navidad”. Es impresionante cómo las personas responden.
La Navidad en esencia es el más grande gesto de amor de Dios por la humanidad.
Hace unos minutos interrumpí la escritura. Los perros ladraban y salí a ver. Un auto entraba en el estacionamiento de mi casa para dar un giro. Era una señora. Bajó la ventana y me dijo: “Disculpa”.
Le sonreí, la saludé y exclamé con entusiasmo:
“¡Feliz Navidad!”
Su gesto cambió, sonrió y con gran alegría contestó:
“¡FELIZ NAVIDAD!”.
Ahora respondamos:
«¿Cuánto cuesta llenar de amor una Navidad?»
Nada. El precio ya está pagado. Y con creces.
Basta amar y Dios hará lo demás.
……………
Te invitamos a conocer la página de nuestro autor Claudio de Castrodonde podrás leer sobre su vida y aventuras en torno al sagrario.