He buscado a Dios, siguiendo un rastro visible de amor. Dios es amor, por tanto lo encontraré también en el Amor.
Por momentos siento que me pierdo y dudo.
Hay situaciones en la vida de un hombre que se dice:
“No doy más. Necesito encontrarte Señor.”
Le ha pasado a muchos. Somos humanos con debilidades.
Cuando esto me ocurre leo este fragmento de la santa Biblia y comprendo muchas cosas. Le ocurrió al profeta Elías.
“Caminó por el desierto todo un día y se sentó bajo un árbol. Allí deseó la muerte y se dijo: “Ya basta, Yavé. Toma mi vida, pues yo voy a morir como mis padres.” Después se acostó y se quedó dormido debajo del árbol. Un ángel vino a tocar a Elías y lo despertó diciendo: “Levántate y come.” Elías miró y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras calientes y un jarro de agua. Después que comió y bebió, se volvió a acostar. Pero por segunda vez el ángel de Yavé lo despertó diciendo: “Levántate y come; si no, el camino será demasiado largo para ti.” Se levantó, pues, para comer y beber, y con la fuerza que le dio aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al cerro de Dios, el Horeb”. (1Reyes 19, 4-8)
Necesito recostarme, descansar, necesito tu presencia Señor. Sin ti no puedo.
A veces me escriben preguntando cómo recuperar la paz. Es doloroso vivir sin Paz.
No tengo una respuesta certera. Pero la vida me ha mostrado un camino.
Suelo recomendarles lo que a mí me ha servido. Y es muy sencillo. A lo largo de mi vida he pasado por la adversidad innumerables veces. Aprendí que puedo recuperar mi paz en medio del dolor con la oración, la confianza en la voluntad de Dios,la Eucaristíay en mis visitas a Jesús en los sagrarios.
Jesús siempre tiene las respuestas a mis inquietudes. Por eso a todo el que puedo le sugiero:
“Ve al sagrario y conversa con Jesús”.
También ayuda una buena confesión sacramental. El alivio que experimentas al abandonar esos pecados es increíble. He conocido personas que luego de confesarse se me acercan para decirme:
“No imaginas lo feliz que me siento. He dejado un saco de piedras pesadas en el camino”.
Eso era todo lo que necesitaban. Su dolor era de conciencia.
Yo sonrío con amabilidad y pienso agradecido:
“Qué bueno eres
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Te invitamos a conocer la página de nuestro autor Claudio de Castrodonde podrás leer sobre su vida y aventuras en torno al sagrario.