La Cuaresma está llegando a su fin.
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Esta mañana me desperté feliz. Como todos los días, Vida, mi esposa me llama para tomarnos el café. Es un rato agradable y sagrado que pasamos juntos, como esposos, en la cocina, mientras saboreamos un humeante café.
Después de esto subí al estudio y me senté a revisar el correo que llega a diario. Lectores de todo el mundo me cuentan sus aventuras con Jesús, me comentan cómo uno de nuestros libros les cambió su perspectiva de la vida.
A todos, los remito al sagrario, con Jesús Sacramentado, el amigo bueno. Porque mi trabajo es sencillo. Escribo. A Jesús le toca lo verdaderamente importante: “Tocar los corazones, transformar vidas, Devolvernos la paz y la esperanza. Darnos la fortaleza para continuar, a pesar de la adversidad”.
Me siento contento. Estamos en vísperas de la Navidad. No me afano por nada, sencillamente disfruto y doy gracias a Dios por tantos dones, por las dificultades también.
Pienso en aquella dulce ancianita que me telefonea una vez al mes para contarme lo difícil que es su vida, cómo la humillan y le hacen todo imposible, por su edad y enfermedad. Y ella, en medio del sufrimiento atroz que le causa esto en el alma, va cada mañana a Misa y ofrece todo a Dios.
Acepta y ofrece por las almas del purgatorio, los sacerdotes, los niños enfermos, la conversión de los grandes pecadores. Después va al sagrario y le hace compañía a Jesús. “El mejor momento del día”, me comenta, “cuando no sufro, sino amo”.
Ella me ha enseñado algo fundamental. Todo en esta vida es un don de Dios, que se nos da, para hacer el bien. Podemos y debemos, de mil maneras, hasta sufriendo, como ella sufre.
Quiera Dios concedernos una mirada de eternidad para que veamos el cielo prometido en lugar de este mundo pasajero.
Ayer al salir de misa se me acerca un joven en la puerta.
― ¿Usted es Claudio de Castro?
Asentí con la cabeza y le sonreí.
―Sus libros me han llevado al sagrario ― me comentó ―. Disfruto mucho mis visitas a Jesús. Tengo la certeza que Él, para quien nada es imposible, está allí, esperando, amando, anhelando vernos cada día. Y cuando salgo de misa dirijo mi mirada hacia el sagrario y le digo “hasta mañana Jesús”.
Fue una charla maravillosa. Nos quedamos media hora hablando de Jesús en el sagrario y lo bueno que es.
¿Puedo pedirte un favor amable lector? Cuando vayas a visitarlo dile: “Claudio te manda saludos”.
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Amable lector, queremos recomendarte que leas uno de los libros más bellos de nuestro autor Claudio de Castro. Un clásico de espiritualidad. El libro que todos comentan: «Querido Dios».
Es un libro bellísimo, nos hacía falta leer uno así. Te ayudará en los momentos de aflicción, soledad, abandono, dudas, dificultades o sencillamente en tu búsqueda de Dios».
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