Quería empezar este año contándote de algunas personas que han visto transformadas sus vidas por una sencilla visita a Jesús en el sagrario. Muchos ni siquiera se propusieron ir. Pasaron frente a la iglesia y sintieron como una necesidad, un llamado “ven” y entraron.
Yo mismo he pasado situaciones extremas, indecibles, dolorosas y Él siempre me ha escuchado, consolado, ayudado. Por eso me animo a recomendar a todo el que puedo: “Anda. Visita a Jesús en el sagrario. Él te espera ilusionado”.
Supe de este joven que agobiado por las dificultades y los problemas que no podía superar, tomó la resolución que quitarse la vida. Esa noche decidió salir a caminar y pasó frente a una Iglesia que tenía las puertas abiertas y estaba iluminada por dentro. Sintió curiosidad, «¿qué ocurría dentro?» y entró. Una señora lo vio cabizbajo y se le acercó. Le recomendó visitar el oratorio al fondo, donde estaba el sagrario. “Allí está Jesús”, le dijo. “Te está esperando”. Él hizo lo que le sugirieron. Entró a aquél oratorio indiferente, desanimado y en una fracción de segundo todo cambió. No sabe a ciencia cierta qué ocurrió. Estas experiencias con Jesús son difíciles de explicar. Casi todos se ven inundados súbitamente de un amor que los sobrepasa.
Tienes la certeza de saberte amado.
No eres cualquier cosa. Alguien nos ama más allá de lo comprensible, sin motivo, a pesar de lo que hemos hecho.
Somos amados por Dios.
Esto ha venido ocurriendo a lo largo de la historia. He leído de conversiones instantáneas. Ateos que entran a una iglesia en busca de un amigo, en ese momento tienen expuesto al Santísimo Sacramento. Una luz sobrenatural sale de Él y los alcanza. Ven sus vidas completas pasar ante ellos y se percatan que Dios existe y los ama. Es impresionante leer sus testimonios. Ateos acérrimos, enemigos declarados de la Iglesia Católica y súbitamente… lo saben: «Dios existe. Y nos ama».
He tenido la alegría de ver milagros patentes ante el sagrario. Me han impresionado mucho. Y nunca dejo de sorprenderme.
Cada vez me ilusiona más saber que somos muy especiales para Jesús, y nos ama a pesar las ofensas a su Sacratísimo Corazón.
Nuestras visitas al sagrario nunca quedan en vano. Él siempre nos llena de gracias y nos anima a continuar por la vida sin desfallecer, animados, con la mirada en el cielo.
¡Qué bueno eres Jesús!
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