Hace muchos años, no me parecía al Claudio actual.
Era presuntuoso, impaciente, y deseaba a toda costa resaltar entre otros. Mostrar que podía más. Pero Dios… vaya que sabe cómo hacernos aterrizar cuando queremos volar con el orgullo.
En cierta ocasión me invitaron a un curso de literatura en la Universidad de Costa Rica para dictar una charla corta. Hablaría de la nueva narrativa panameña, de mis cuentos y publicaciones. Era una oportunidad de oro que no podía perder así que invité a un tío muy querido para lucirme, mi tío Samuel, hermano de mi papá. Gustoso aceptó y quedamos en que pasaría a recogerlo a su casa.
Hace unos días estaba de vuelta en Costa Rica, con mi esposa Vida y mi hijo Luis Felipe, visitando a la familia. Mi cuñada Susana nos llevó a dar una vuelta en auto. Pasamos frente a la Universidad y me acordé de aquél incidente simpático. “Cuando regrese a Panamá lo escribiré”, me prometí. Y aquí estoy, riéndome solo, al recordar.
Pasé a buscar a mi tío Samuel y llegamos a la Universidad. Nos esperaba un grupo de estudiantes no muy ansiosos de escuchar lo que tenía que decir, junto a su profesora. Senté a mi tío en una banca de la primera fila para que no se perdiera un detalle.
Me presentaron como escritor panameño, tomé una tiza blanca y empecé a escribir en el tablero, con letras grandes:
“NUEVA NARRATIVA PANAMEÑA”.
Hablé en voz alta, con mucha propiedad. Hacía algunas pausas para mirar a mi tío quien cada vez me sonreía y asentía con la cabeza, como diciendo:
“Excelente… Vas bien Claudio”.
Y así fue transcurriendo la charla. Me sentía feliz.
Al terminar todos aplaudieron.
Bajé emocionado para hablar con mi tío Samuel. Me dio un fuerte abrazo.
“¿Qué te pareció?”, le pregunté cuando nos íbamos. “¿Te gustó?”
“¿Cóooomo?”, preguntó casi gritando, colocando una mano sobre su oreja derecha.
No entendía por qué me hablaba así y le respondí:
“Que si te gustó la charla tío Samy”.
Me miró preocupado y añadió:
“Perdona Claudio. No escuché nada. Es que dejé mis audífonos en casa”.