Cuando empecé a escribir solía preguntarme si esto era lo que Dios quería para mí.
No es sencillo descubrir el plan de Dios, debes tener abiertos los ojos del alma y esto es algo que sólo la gracia te da.
Un amigo que es fraile franciscano me cuenta que lo enviaron unos días a un retiro, en la cabaña de una montaña, para que allí escuchara en su interior la voluntad de Dios. Mientras esto ocurría, abajo, en el monasterio, otro fraile rezaba por él.
En realidad no estaba solo, lo abrazaba una comunidad con sus oraciones.
Hace poco lo visité. Emocionado me comentó: “Nunca he sido tan feliz”.
Me encontraba yo pensado en esto. Y a menudo le preguntaba a Dios: “¿Quieres que escriba para ti?” Parecía que recibí un profundo silencio como respuesta.
Cuando empecé le dije a Dios: “Yo escribo, tú toca los corazones”. Y me senté a escribir.
El tiempo pasó y mis dudas crecían. “¿Es éste el camino que debo recorrer?”
Entonces ocurrió. Empecé a recibir señales y respuestas de todas partes. Y todavía ocurre. Es sorprendente.
Una amiga me comentó de este joven que leyó un libro mío y quería conocerme. Siempre he sido discreto. El que debemos conocer está en el Sagrario, allí lo descubrirás. Me encantaba ser como el pintor del que poco se conoce y su firma apenas se lee en el cuadro. Pero mi amiga insistió y lo recibí en mi casa.
Empezó diciendo:
“Mi esposa me compró uno de sus libros. No es una lectura que me emocione. Prefiero novelas y otro tipo de libros. Los piadosos no son lo mío. Empecé a leerlo porque mi esposa me insistía que leyera un par de páginas cada día. En el camino me quejaba y le decía: “Este escritor es un poco enredado, no tiene idea de lo que dice”. Pero no la convencí y seguí leyendo.
Cuando llegué a la última página ocurrió algo que me dejó pasmado. Sentí en mi interior una fuerza única, que me sacudía y me decía: “Debes cambiar tu vida”.
“¿Esto qué es?” me decía asustado.
Empecé a llorar como un recién nacido y no podía dejar de hacerlo. Me asusté más y le pedí a mi esposa que me llevara donde un sacerdote. Éste, cuando le conté, sonrió emocionado y me dijo: “Muchacho, nada malo ocurre, al contrario, es el Espíritu Santo que ha tocado tu alma”.
Su esposa me miró sonriendo y asintió con la cabeza como diciendo: “Todo es cierto”.
Quedé de una pieza, nunca esperé una historia como ésta.
“También yo suelo confiar en la intuición de mi esposa”, le dije sorprendido. “Es algo natural, un “don” que Dios les da”.
El joven sonrió y agregó: “Esta experiencia cambió mi vida. Por favor, no deje de escribir”.
Inmediatamente añadí: “Agradece a Dios, porque es Él quien cambia nuestras vidas”.
Esta fue una de las primeras señales del plan de Dios en mi vida.
Él va mostrándote el camino poco a poco, de acuerdo a nuestra capacidad para comprender. Yo era tan limitado que a cuenta gotas me daba lo que necesitaba saber.
Esto lo entendí con el tiempo.
Siempre quiero saberlo todo de Dios, entender sus misterios. Es una maravilla este camino, siempre descubres algo nuevo.
Es mi padre y tengo sed de Dios.
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