“Señor Jesucristo, hijo de Dios, ten misericordia de mí que soy un pecador”.
Es la oración del nombre de Jesús. La he repetido a la lo largo de la tarde como una jaculatoria. Me ayuda a tener presencia de Dios en mi vida, y la cercanía del buen Jesús, mi amigo de la infancia.
Es curioso que en mi interior rece.
Nadie se percata que estoy rezando. Acompaño a mi familia a un paseo, charlamos, disfrutamos. Y cada alto, cada semáforo, me brota la oración del nombre de Jesús como una necesidad vital.
Siento que Dios nos llama a todos a vivir una vida diferente a la que llevamos, con esos apremios e inquietudes. Luchamos por conseguir glorias, fama, dinero y una felicidad extraña que se basa en lo que tienes, no en lo que eres.
Dios que es amor lo basa todo en el amor.
Si amas empiezas a acumular tu riqueza en el cielo. Si odias, la despilfarras.
Sólo quien ama puede acercarse a la vida que Dios espera de nosotros.
Faltamos a su amor con tanta frecuencia.
“Señor Jesucristo, hijo del Dios vivo, ten misericordia de mí que soy un pecador”.
Pienso a menudo en las palabras de nuestra señora de Fátima a los pastorcillos, y me estremezco de tristeza al darme cuenta que son válidas en nuestros días. Son para mí.
“No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido”.
¿Te has percatado por qué Dios te pide ser santo? Nos quedamos siendo personas buenas, nobles, generosas, pero no santas. La santidad está un paso más allá. Los que han conquistado esas alturas desde arriba, en la cima, nos gritan animándonos:
“¡Ea… tú, puedes…! ¡Vamos! ¡Estás cerca! ¡Ama un poco más… eso es todo!”
¿Cómo amar más si he tratado y no lo consigo? ¿Cómo perdonar y amar? ¿No es mejor quedarme como estoy?
Si Dios te pidió que fueras santo, es porque puedes. Da el primer paso y confía, Él hará lo demás. Te brindará las gracias que necesitas para conseguirlo.
¿Por qué desea que seas santo? Lee las vidas de algunos santos y lo descubrirás. Personas corrientes que de pronto se deciden por Dios y lo dejan todo. Sufren escarnio, los persiguen, se burlan de ellos… y en medio de todo son felices.Tienen la mirada en el cielo.
Yo también deseo tener la mirada en el cielo. Amar como Tú nos pides…
“Señor Jesucristo, hijo del Dios vivo, ten misericordia de mí que soy un pecador”.
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Querido lector puedes escuchar y compartir un audio blog, esta bella reflexión grabada por nuestro autor.
Te invitamos a conocer la interesante página del autor CLAUDIO DE CASTRO