Imagina el amor más grande y puro que existe. Uno que jamás te va a defraudar. Luego piensa que todo ese amor se vuelca hacia ti, es para ti, desde una eternidad, abrazándote, con deseos de mimarte y hacerte feliz.
Te protege y vela tus caminos desde que naciste, cuidando cada uno de tus pasos. Y como si esto fuera poco, y para asegurar que te vaya bien, te asigna un ángel guardián que camina contigo, a tu lado.
Ese es Dios.
Desde niño he tenido una relación muy personal con Él. Suelo hablarle con la misma familiaridad que le hablo a los que conozco, sólo que sé ante quién estoy cuando le dirijo mis palabras, mis oraciones.
Vivo con la certeza de Dios y esto me ayuda a levantarme cada vez que caigo y sobrellevar la adversidad y a no rendirme en medio de tantas dificultades.
Vivo en una eterna búsqueda de Dios. Procuro escalar su montaña, porque sé que nos espera en la cima, para abrazarnos emocionado.
Busco a Dios. Quiero encontrarlo. Y conocerlo, porque conociéndolo podré amarlo más. Nunca deja de sorprenderme el encuentro de Dios con el hombre que nos describe la Biblia. “Yo Soy el que Soy”.
Es omnipresente. Justo. Tierno. Misericordioso. Eterno. Infinito. Conoce todas las cosas. Y mejor no sigo… Hay características suyas que me sobrepasan. Mi pobre y limitada inteligencia no podría comprenderlo. Por ello me basta saber que Dios es Amor.
Una fuente inagotable de referencias en esta búsqueda de nuestro Dios, se encuentra en la santa Biblia. Sus pasajes nos enseñan cómo Él es.
“Yo sabía que tú eres un Dios clemente y misericordioso, paciente y lleno de bondad, siempre dispuesto a perdonar.” (Jonás 4, 2)
Dicen los entendidos que cuando leemos la Biblia Dios nos habla. Tengo la mía junto a ordenador. La he colocado cerca, tal vez para recordarme que, si necesito consuelos, está allí para darme esas palabras de consuelo, o sabiduría que tanta falta me hacen.
Discúlpame, debo hacer un alto. A veces me emociono cuando hablo de Dios. Es tanta su ternura que cuando la experimentas te llenas de un gozo sobrenatural, una alegría y una paz que no son de este mundo.
Un amigo me comentaba que no es lo mismo saber de Dios que experimentar a Dios. Su infinita ternura y su Amor que todo lo abarca.
Mañana te seguiré contando mi búsqueda, este anhelo de Dios.
¡Dios te bendiga! y te muestre sus pasos para que nunca te sientas solo(a).
Es bueno que no temamos, porque Dios nunca nos abandona.
………
……………
¿Has leído los maravillosos libros de nuestro autor Claudio de Castro?
Queremos recomendarte “SANADOS POR EL GRAN MILAGRO DE LA EUCARISTÍA”. Es un dulce abrazo para el alma, consuelo en los días difíciles, una bocanada de aire fresco. Haz “CLIC” aquí y podrás darle una mirada.