Visitar a Jesús es visitar a su madre María. No puedes saludarlo sin saludar a su maravillosa madre que vela por cada uno de nosotros.
Hoy tuve que hacer una salida forzosa. Las calles estaban vacías. Las personas empiezan a salir con cierto recelo. Y es natural. Tenemos un enemigo que no podemos ver y no sabemos dónde está, pero asecha y hace daño.
Me sentía un poco extraño conduciendo el auto por las calles de Panamá, después de dos meses. Había una especie de libertad en el alma. Sientes cierta tranquilidad al podr salir. Terminé lo que debía hacer y vi mi reloj. Me quedaba una hora para circular. No quise tomar riesgos innecesarios y me dirigí de vuelta a la casa.
Algo me apretaba el alma, como que te falta un “no sé qué”, pero lo intuyes y lo sientes. Y de pronto lo supe.
No me pude resistir, había una iglesia en el camino y como solía hacerlo en otros tiempos, cuando teníamos otro mundo, y la vida parecía más sencilla, pasé a verlo.
Me emocioné mucho y quise compartir el momento contigo. Por eso hice una breve grabación, para que me acompañaras.
La iglesia estaba cerrada. Me estacioné a un costado, bajé la ventana, le sonreí y charlé largo rato con Él. Me vi tentado a gritarle desde el auto:
“Llegué Jesús”.
A Él le encanta que lo sorprendan. En realidad, lo sabe todo. Una vez leí que Jesús sabiendo que lo amamos, le encanta escucharlo de nuestros labios. Es como saber que alguien te ama, está claro, pero igual te encanta cuando te lo dice.
Me sentí tan contento, en esta cercanía, sabiendo que Jesús estaba allí en aquella iglesia.
Estaba seguro que me escuchaba y me veía y sonría:
“Llegaste Claudio”, seguro me dijo.
Y yo respondí: “llegué Jesús”.
Cuando me marcha sentía en mi interior su dulce voz que decía: “Gracias Claudio, por venir a visitarme”.
Mientras escribo hago pequeños altos para enviarle jaculatorias de amor a Jesús.
“Te amo Jesús”. “Guárdame en tu amor, no dejes que me pierda”.
Como a muchos, esta cuarentena forzada me ha afectado de mil maneras, sobre todo la espiritual. Y es que hemos pasadoo sin nutrirnos de la comunión sacramental.
Me cuesta tanto todo, pero sigo rezando, y me esfuerzo. No puedo abandonar la oración. La oración es fundamental si quieres salir adelante en la vida. Sin la oración estamos perdidos. Eso lo sé bien.
Tengo sed de Dios, anhelo regresar pornto a la Eucaristía.
Cuando regreses a misa, por favor dile a Jesús que le amas, una y otra vez. Él merece esto y más.
¡Dios te bendiga!