¿Cuánto ruido debes hacer para cambiar el mundo?
Jesús empezó con doce apóstoles. Eran hombres temerosos, que no comprendían muy bien lo que les explicaban.
Salieron por el mundo a contar lo que estaban viviendo, el amor, la reconciliación, la misericordia, y anunciar la buena Nueva.
A veces debes recordar que Jesús calló 30 años. No hizo apariciones públicas ni alzó su voz en ese tiempo. Y sólo predicó 3 años. Esto bastó.
Y es que la fuerza del amor es arrolladora.
Siglos después, afuera de Asís, en la Iglesia de san Damián, san Francisco tuvo la visión de Cristo crucificado que le decía: “Francisco, repara mi iglesia. ¿No ves que se hunde?” El buen Jesús ser refería a su Iglesia, Francisco en su humildad pensó que se trababa de san Damián y personalmente la reparó, pidiendo limosnas. Con el tiempo comprendió estas palabras profundas y se dedicó a los pobres, los sencillos, a vivir el Evangelio y amar.
Cuando se presentó ante el Papa Inocencio III no criticó las costumbres de su tiempo, no señaló a nadie ni levantó su voz acusándolos. Sólo pidió permiso para vivir el Evangelio en su radicalidad… Con total humildad y obediencia a la voluntad de Dios y al Papa.
Y consiguió reparar la Iglesia.
Esto es algo que viene a mi mente cada vez que siento la necesidad de criticar. Cuelga en mi cuello una Tao franciscana la beso, recordando la vida de san Francisco y me digo emocionado:
“Basta dar ejemplo y podremos cambiarlo en algo este mundo”.
Suena ingenuo, y cuesta, pero se ha logrado antes.
Siempre me acuerdo de un sacerdote que en su homilía nos preguntó:
“¿Cuántos de los aquí presentes oran por el Presidente y sus Ministros?”
Nadie (incluyéndome) levantó la mano.
Entonces continuó: “Debieran hacerlo, para que Dios les ilumine y sus actos sean justos, nobles, Y sus decisiones sean POR EL BIEN COMÚN. ¿Acaso no se dan cuenta que ellos llevan en sus manos la patria? Si el país prospera, en todo sentido, ustedes también lo harán. Pero si sólo criticamos, ¿qué lograremos?”
Me parecieron palabras con mucho sentido. Desde ese día también rezo por nuestros gobernantes.
Dios escucha la oración y de alguna forma esto que parece poco, los ayudará en lo mucho.
Para cambiar el mundo debo dar ejemplo.
Tal vez así cambie mi entorno y el amor se multiplique y se esparza, como una piedra lanzada al centro del lago, que crea ondas expansivas.
Mi amor nunca será suficiente, y muchas veces es selectivo. Amo a unos, a otros no. Por eso pido al Virgen, nuestra Madre, la gracia del Amor. Que me de un poco de su amor para amar con un amor puro y desinteresado.
Ahora lo sabes.
Para empezar a cambiar el mundo, nos toca orar, perdonar, amar, ser misericordiosos, dar ejemplo de vida.
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