Cuando empezaron las muertes por la Pandemia sentí un hondo dolor en el alma. Eran cientos y cientos. Tenía inquieto el corazón y me preguntaba: “¿Y aquellos que han muerto sin confesión sacramental? ¿Sin la asistencia de un sacerdote que le brinde los santos oleos?”
Una idea rondaba por mi mente: «¿Qué hacer si el Coronavirus nos atrapa sin estar confesados por un sacerdote, sin la gracia de Dios?»
Escribí un artículo compartiendo mi preocupación por aquellas almas y las nuestras. Consulté sacerdotes, leí mucho, investigué. Sobre todo recé pidiendo luces a Dios. Debía existir una puerta de gracia que nos concede nuestra santa madre Iglesia para que la crucemos. Siempre estuvo allí.
La encontré en el Catecismo. Te invito a leerlo. Nos ayuda a conocer mejor nuestra fe y las gracias que se nos conceden en ciertos momentos históricos como el que estamos viviendo.
Hablamos de la eternidad. Y como creyentes estamos llamados a ayudarnos los unos a los otros. Los católicos debemos tener coraje, valor, fe e iluminar el mundo con nuestro ejemplo, nuestras palabras, oraciones y pensamientos.
Cada vez que pensaba en aquellas almas rezaba: “Misericordia Señor. Ten misericordia de todos nosotros”.
El Papa Francisco acaba de conceder indulgencia y absoluciones colectivasante la Pandemia el coronavirus.
Las absoluciones colectivas se dan en situaciones excepcionales, ante un peligro inminente de muerte, cuando son demasiadas las personas en riesgo y el sacerdote no tiene tiempo suficiente para confesarlos individualmente. Se da con la condicion que los fieles hagan actos de contrición y se arrepientan de haber ofendido a Dios con sus pecados.
No imaginas la alegría que he sentido. Nos brinda la posibilidad de salvarnos en una situación crítica y de ayudar a otros a que se salven y puedan ir a la eternidad.
Qué bueno es Dios que hace lo imposible para que pasemos una maravillosa eternidad a su lado. Debes tener conciencia que DIOS TE AMA, que es un Padre bondadoso y además es TODOPODEROSO y lo da todo por nosotros, por ti y por mí.
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.”
(Juan 3, 16)
Al leer la noticia de las indulgencias y absoluciones colectivas para obtener el perdón de las ofensas hechas a Dios, al instante recordé estas palabras que le dijo Jesús a Pedro concediendo este PODER para ser usado por el bien de nuestras almas:
“…lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.”
(Mateo 16, 19)
La Iglesia acaba de abrir un cofre insondable lleno de misericordia para que hagamos uso de él. Pocas veces hay tanta urgencia de bondad, misericordia y de nuestras oraciones.
Es como si tuvieses frente a ti un tesoro espiritual y te dicen: “Toma lo que necesites, es para beneficio de tu alma y los demás”.
Te toca como católico en estos tiempos, dar lo mejor de ti, apuntar a la santidad y amar mucho, amar más, a todos.
¡Ánimo!
¡Dios te bendiga!
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