Hoy 19 de marzo es un día de fiesta y escribo muy emocionado estas palabras. Es el día del glorioso san José, mi padre y señor nuestro.
Quisiera compartirte dos bellas oraciones:
Bendito seas San José, que fuiste testigo de la Gloria de Dios en la tierra.
Bendito sea el Padre Eterno que te escogió.
Bendito sea el Hijo que te amó y el Espíritu Santo que te santificó.
¡Bendita sea María que te amó!
¡Oh, feliz varón, bienaventurado José, a quien le fue concedido no sólo ver y oír al Dios, a quien muchos reyes quisieron ver y no vieron, y no oyeron, sino también abrazarlo, vestirlo y custodiarlo! Ruega por nosotros, bienaventurado José.
Hay una historia que siempre cuento en estos días. Hubo una época en que me fue muy mal, en todo sentido.
Siempre he pensado: “Si pierdo la gracia, lo pierdo todo». Por eso decidí poner orden en mi vida. Recuperar la gracia y seguir sin miedo, perseverar, a pesar de la adversidad. Nunca rendirnos, siempre avanzar.
Esa tarde me reuní con un sacerdote y al terminar la confesión me pidió que me quedara unos minutos. Me entregó una estampita de san José y me preguntó: “¿Eres devoto de san José?”
Amando tanto a Jesús, tenía olvidado a su padre terrenal y sentí vergüenza.
“Le veo en mis nacimientos”, respondí. “pero nunca he sido muy devoto del buen san José”.
El sacerdote me dijo:
“He visto la maravillosa intercesión de san José en las vidas de muchas personas a las que les he hablado igual que a ti. Ten esta estampita, rézale a san José que él sabrá ayudarte. Es un gran intercesor en el cielo”.
Me recordó estas palabras de santa Teresa de Jesús:
«Como me vi tan tullida y en tan poca edad, y cuál me habían parado los médicos de la tierra, determiné acudir a los del cielo… Tomé por abogado y defensor al Glorioso San José, y me encomendé mucho a él. Éste padre y señor mío me sacó con más bien de lo que yo sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora de haberle suplicado cosa alguna que haya dejado de hacer«.
Seguí el consejo de este sacerdote que justamente se llamaba José.
Y le pedí a san José que me ayudara a tener paz interior, a ser un buen padre de familia, y pudiera sacar adelante a mi familia. También le pedí que fuera el patrono de mi editorial que recién empezaba y con muchos tropiezos.
Esa semana me escribieron de Rep. Dominicana. Era un distribuidor de libros, e hice mi primera exportación. Apenas me lo creía. Seguí pidiendo a san José esta vez con más entusiasmo, y estos pequeños milagros cotidianos empezaron a multiplicarse, de forma exponencial.
Fue estupendo. A todo el que puedo le recomiendo esta bellísima devoción.
Oh buen san José perdóname por tenerte tan olvidado, alcánzame de tu hijo bendito la gracia de la conversión, y la santidad.