Siempre he sido muy reflexivo, distraído. Desde que tengo memoria vivía en mundos imaginarios creados en mi interior. Por ello me perdía las bellezas del mundo que nos rodea. Creo que todavía soy un poco “naif” (ingenuo).
Siendo un muchacho, disfrutaba mucho los libros de aventuras. Cada fin de semana cuando mis hermanos se iban para alguna fiesta con sus amigos, yo me quedaba a disfrutar mi propia fiesta. Tenía un libro de Julio Verne y un mapamundi en el que seguía sus pasos y me imaginaba que vivía también aquellas grandes aventuras.
La gran aventura de mi vida estaba por empezar y yo ni siquiera lo imaginaba.
Un día nos llevaron del colegio a una feria del libro. Buscaba entre las portadas las obras que me faltaban para completar mis colecciones cuando vi un libro que llamó mi atención. Era de un vecino mío en Colón, la ciudad donde crecí.
Me sorprendió muchísimo y lo compré de inmediato. En el bus, de vuelta a casa, lo empecé a leer. En ese momento me hice una promesa: “Sería escritor algún día”. Me imaginaba ya publicando libros de cuentos, novelas de aventuras, asistiendo a Ferias de libros.
Tomé unas páginas en blanco y escribí las historias más tontas que puedas imaginar. Me di cuenta que necesitaba tener metas y superar mis grandes debilidades. Comprendí lo que necesitaba:
- Un buen diccionario
- Leer a los grandes autores
- Aprender palabras nuevas cada día
- Y sobre todo escribir… Hacer una rutina, escribiendo.
Se llega a escritor leyendo, soñando, creando, perseverando, pero sobre todo, escribiendo.
Yo era un gran soñador, por lo que no tendría ese problema. Me faltaba leer mucho, escribir más y perseverar. Recuerdo las malas críticas en mis inicios. Aún las recibo. Pero no me desanimo. Sé que cada día aprenderé algo nuevo y maravilloso. Y lo usaré cuando escriba.
Tengo 58 años. Sigo buscando las palabras adecuadas mientras camino.
Leo y escribo a diario en servilletas, cuadernos, papeles sueltos. Me encanta ir a una cafetería, pedir café y panecillos, y en medio de este ambiente singular, tomar mi lapicero y escribir sobre las personas que tengo a mi alrededor. ¿Qué pensarán? ¿Quiénes son? ¿Qué hacen aquí?
Encontré sueños por conquistar.
Unos días antes de cumplir los 33 ocurrió algo que cambió mi destino. Decidí que escribiría para Dios. Le daría sentido a todo.
Traía conmigo este pensamiento: “Escribe sobre lo que conoces”. Y yo apenas conocía a Dios. Por eso dediqué un tiempo a conocerlo, saberme su hijo, reconciliarnos y luego amarlo…
Él vino a mí como el padre que salía cada tarde en busca del hijo pródigo. Y me encontró.
Lo conocí y lo amé. Cada día más. Él se daba a querer. Es un Padre consentidor.
Tener la experiencia de Dios te cambia la vida.
Descubrirás un mundo infinito. Nunca escribirás lo suficiente de Él, nunca se te acabaran las palabras. Y para alguien como yo, es lo más grande que me ha podido ocurrir.
Es lo que me ha pasado. Ahora busco a Dios.
Vivo la aventura de mi vida descubriendo las maravillas de Dios, escribiendo sobre ellas, compartiendo mis vivencias… Hasta que lo encuentre…
Entonces, lo único importante será estar con Él.