Suelo escribir sobre mi vida, mi familia y las aventuras que tengo con Dios. Esto no me exime de los problemas, al contrario, me llegan con frecuencia.
He pasado cientos de dificultades en mi vida. Aprendí que te fortalecen, te ayudan a ser una mejor persona. Por eso no me rindo. Lucho hasta el final. La solución muchas veces está frente a ti y no la puedes ver por la falta de paz en tu interior, porque olvidas que la vida es maravillosa. Está llena de momentos y recuerdos gratos.
Ocurre, a veces, inesperadamente, de pronto llega una tormenta para la que no estabas preparado. Creo que nadie lo está. Y sacude tu vida. Una tan grande que excede tus fuerzas. ¿Te ha ocurrido alguna vez?
Sin darte cuenta pierdes tu capacidad de reaccionar. No la puedes controlar y es frustrante. No sabes cómo sobrellevarla ni qué hacer, más que sentarte y esperar a que pase esta tormenta. Una actitud que tiene un riesgo: te enfermas o te deprimes.
La impotencia es un sentimiento doloroso. Quieres hacer algo y no puedes. Lo sé bien. Mientras te escribo lo estoy viviendo. No te molestaré con los detalles.
Como en cualquier sacudida espiritual me preparo para la batalla.
Debo estar en gracia. Busco un sacerdote y me confieso.
La gracia santificante me ayuda a preservar la serenidad, y permanecer en la presencia amorosa de Dios. Me permite perdonar con más facilidad. Y rezar por mis enemigos.
“Dios me ve”, me digo, “va conmigo”. Y esto hace que sea prudente en mis palabras y mis obras.
Me he sentado a leer sobre el tema y no hallé mucho que me ayudara. Al final decidí lo que siempre hago cuando tengo un problema que no es solucionable. A lo largo de 59 años, estos cinco consejos me han servido. No creo que esta vez sea la excepción.
- Me digo: “Todo pasa, esto también pasará”. Esta certeza me ayuda a ver más allá del momento, puedo verme en un año, sonriendo ante este problema.
- Lo veo como un desafío, un gran reto para enfrentar. Me encantan los retos. Le dan sabor a la vida. Y más si eres un escritor como yo. Nunca me he rendido. Y esta vez tampoco lo haré.
- Lucho por preservar la gracia en mi alma, y me fortalezco con la oración, la misa diaria y mis visitas a Jesús Sacramentado. Cuánta paz experimento allí.
- Paso más tiempo en oración, me alimento de la esperanza que se renueva en la oración. ¿Mi favorita? EL SANTO ROSARIO.
- Decido voluntariamente confiar en Dios, a pesar de lo que ocurra. Esta confianza debe ser inalterable, permanente.
Confío aunque las cosas se vean mal.
Confío aunque no entienda nada de lo que me ocurre.
Confío porque le agrada a Dios y porque sé bien que Él nos da, en la medida de nuestra confianza.
………….
Si deseas conocer los libros inspiradores de Claudio de Castro puedes usar éste enlace.