En España tendremos nuevas elecciones el próximo 26 de junio. Personalmente, no me parece dramático, aunque es de reconocer el fracaso de unas fuerzas políticas anquilosadas en una época donde el diálogo y la capacidad de generar grandes acuerdos no eran necesarios. Creo que tenemos una segunda oportunidad. Las segundas oportunidades no son malas en sí mismas pero sí constatan una dificultad a la que hay que poner remedio porque sólo Dios da segundas oportunidades hasta el infinito y más allá.
Emitir el voto no sólo es un acto político sino también moral. No estamos eligiendo simplemente un representante, ni tomando una decisión pragmática en la esfera de la gestión de un gobierno ciudadano. También estamos apostando por una opción fruto de nuestra necesidad de elegir aquello que más se acerca a nuestro proyecto de vida, a nuestras creencias, a nuestros valores… estamos eligiendo unos medios determinados para unos fines concretos que brotan de nuestras convicciones y nuestro corazón.
Ambas esferas son importantes y cuando llegue la hora de elegir las siglas de la papeleta, es bueno ser consciente de que estamos ejerciendo el noble derecho, y deber, de participar en la construcción de la sociedad en la que vivimos que, en un mundo globalizado, tiene no sólo repercusiones en nuestra ciudad, en nuestro país, sino repercusiones para todos, en mayor o menor medida.
Por último, en esta reflexión que me surge hoy, entra la dimensión temporal. Porque, a la hora de votar, ¿debemos hacer sólo una proyección de futuro? ¿Debemos votar sólo en función de lo que los partidos nos dicen que van a hacer en un futuro, si salen elegidos? ¿O debemos también tener en cuenta el pasado, su pasado? ¿Debemos valorar lo que ya han hecho los que han tenido responsabilidades de gobierno o la manera de moverse en estos meses previos, en la búsqueda de un gobierno posible para España? ¿Debemos valorar su “luz” y su “oscuridad” acumulada en la historia por cada formación?
Votar en función de un programa político es ya un paso, desde luego, que no todo el mundo da. Muchos siguen votando por los titulares de los periódicos, las noticias de los medios, los prejuicios de las siglas… Pero ¿es moralmente lícito mirar sólo hacia adelante y apartar la vista de lo que ya ha sucedido? Y por otro lado, ¿es justo encadenar a las formaciones a un pasado del que, seguramente, quieren escapar, proponiendo nuevas maneras y nuevas personas?
Y no hemos hablado de los afectos, las emociones, los medios, la estética, la ilusión, las relaciones, el sistema y muchas otras cosas que convierten el acto de votar en un auténtico proyecto de ingeniería ciudadana. Pero eso irá llegando. Tenemos hasta el 25 de junio.
Un abrazo fraterno – @scasanovam