Llevo años intentando trasladar la idea de que las redes sociales son un lugar privilegiado para ser la voz de aquellos que no encuentran otro altavoz a su disposición. Esta opción no es menor ni carece de importancia y creo, sinceramente, que también se nos preguntará en algún momento qué hicimos con el don tan potente de internet y las redes sociales.
En estos días estamos asistiendo a un momento de especial complejidad en Nicaragua, donde ya van más de 200 muertos por el enfrentamiento entre el pueblo y las fuerzas represoras y paramilitares al servicio del presidente Ortega. He de reconocer que si algo sé de lo que está sucediendo es gracias a personas concretas que, a través de Twitter sobre todo, está dando voz a una situación que no está encontrando cabida en medios de comunicación tradicionales. El esfuerzo y la perseverancia de personas como la Hermana Xiskya y de los obispos y curas de la región, consiguen que personas como yo podamos unirnos a la cadena de transmisión y a la denuncia pública. ¿Y el bien que me hace a mí también comprobar la fuerza y la valentía de aquellos que en nombre de Cristo están plantando cara, saliendo a la calle pacíficamente, liderando una propuesta de paz?
Es verdad que a veces saturar con un tema o excederse en la cobertura de un mismo asunto genera el efecto contrario. Las personas de hoy, que vivimos ciertamente anestesiadas en el primer mundo, pueden llegar a optar por dejar de seguir a aquellos que les traen más preocupaciones que alegrías en sus timelines, en sus muros, etc. Pero, ¿hay alternativa? ¿Es el silencio una alternativa a la altura de Jesús de Nazaret? ¿Perder seguidores es una razón de peso para clamar por la justicia y la verdad?
Ser voz de los que no tienen voz es una de las tareas más nobles a las que nos podemos dedicar en estos lugares digitales. Acercar culturas, visibilizar necesidades, testimoniar esfuerzos, dar cobertura a conflictos injustos, aportar un granito de verdad en este universo lleno de fakes y posverdades. Por eso estoy en la red también. Porque Dios me llama a esto. No es sólo un capricho, una tendencia, una moda, una diversión, un lugar para conectar con otros, para informarme, para formarme… El Reino de Dios debe llegar a cada rincón físico y también a cada rincón digital. Hay prójimos que nos están pidiendo ayuda. No viven al lado ni están cerca pero, como el samaritano, me los encuentro de camino, tirados y heridos. No puedo mirar a otro lado.
Un abrazo fraterno
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