La Cuaresma está llegando a su fin.
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Aunque a algunos les parezca una tontería, nos jugamos mucho en ello. La Iglesia no puede confundir lo austero con lo cutre, ni el ahorro con la dejadez. La belleza sigue siendo, tal vez con más fuerza hoy que en los últimos años, un camino de seguimiento a Dios y una senda privilegiada para que las personas se acerquen a la Belleza Suprema del Creador.
Digo esto porque no es la primera vez que escucho en alguna conversación eso de que hay que ser austero y de que en determinados entornos eclesiales, es feo gastarse determinado dinero para arreglar un local, o una casa, o una estancia de un monasterio, o las oficinas de la parroquia… Muchos son capaces de mantener en la pared los cuadros amarillentos que fueron colgados hace más de treinta años, o de sobrevivir en espacios sin plantas, con cuadros casi comprados en “los chinos”, sin nada que dé signos de modernidad, con flores secas de variados colores, sin cortinas, ni objetos de decoración, ni nada de nada de nada… Todo atisbo de dedicarle más de cinco minutos a crear espacios acogedores, agradables, bonitos… es desechado, despreciado o considerado manía de los que ahora ponen el foco más en “los complementos” que en “el fondo”.
Hay iglesias que son horrendas, sacristías que dan miedo, imágenes que deberían estar cerradas bajo llave, objetos litúrgicos que inspiran abandono y que huelen a decrepitud espiritual. ¡Cambiemos la cara por favor! ¡Que alguien le dé una vuelta a todo esto!
Es una gran tentación, bien tejida por el Maligno, ésta de vender como virtud lo que no es más que pobreza. Si algo ha caracterizado a la Iglesia a lo largo de los siglos es su vinculación y su comunión con los movimientos artísticos de cada época, entendiendo que en esa búsqueda de perfección, de hermosura, de simetría, de sentimiento… el hombre buscaba más allá. No podemos abandonar hoy esa perspectiva. Y menos ahora, en un mundo donde las formas, la apariencia, las sensaciones, lo emocional… es tan valorado, aún a costa de excederse.
Sigue mostrando tu casa así y seguirán sin llegar las vocaciones. Sigue vistiendo de esa manera y seguirás sin ser auténtico referente. Sigue sin cuidar y fomentar una sana higiene espiritual y vital y verás cómo nadie se acerca a preguntarte la razón de tu felicidad.
No nos asustemos del color, ni de la música, ni de la modernidad, ni de la juventud, ni de los detalles, ni del aroma a flores frescas, ni de la pintura recién dada, ni de las ventanas abiertas, ni de la vida que impregna cada rinconcito del corazón y lo hace siempre nuevo.
Un abrazo fraterno – @scasanovam