A veces tengo la sensación de que me paso el día gruñendo con mis hijos. Cuando paro, me pregunto qué recuerdo les quedará de su padre… Espero que en ese instante, llegado el momento, pese más todo lo bueno que pasamos juntos que el día a día, a veces estresante y desesperante, que saca lo peor de nosotros. Otras veces pienso que ser padre no es lo mismo que ser un «vigilante-jurado» aunque a veces lo parezca…
No sé qué hacéis los que conseguís mantener en casa un ambiente relajado, casi idílico y bucólico. ¿Cómo conseguir llevar adelante trabajos exigentes, tiempos de compromiso y voluntariado, orden en casa, reparto de tareas, educación básica y colaborativa, control de los estudios…? La teoría me la sé. Pero una cosa es escribir un libro y otra bien distinta es gestionar luego los cansancios, frustraciones, preocupaciones, intereses de cada uno, etc.
Tal vez no debería darle mucha importancia pero el caso es que va por días. A veces acepto mis limitaciones. Incluso pido perdón a mis hijos cuando me he excedido. No somos perfectos. Es más, somos limitados. Hacemos lo mejor que podemos y sabemos nuestra tarea de padres. La mayoría lo hacemos. Otros días me acuesto preocupado, con la sensación de que me gustaría ser de otra manera y de que no lo consigo. Es sensación paulina de querer hacer una cosa y luego salir otra. Desesperante.
Es tiempo de Pascua y pongo mis miserias delante del Resucitado. Ojalá él sepa hacerlo mejor que yo. Conmigo y con los míos. Pero quiero poner de mi parte.
– Quiero rezar más. Tener un ratito de oración de mejor calidad.
– Quiero parar de trabajar antes. Obligarme. Siempre queda trabajo por hacer. Pero debo parar. Y pasar tiempo directo con mis hijos.
– Quiero acostarme antes, descansar mejor para que mi humor lo note.
– Quiero gritar menos y tener más paciencia.
– Quiero reírme más, contar más chistes, hacer más tonterías en casa.
En fin, vamos a ver de lo que somos capaces. Sigamos caminando.
Un abrazo fraterno – @scasanovam