“[…] También los hombres, creados a imagen de Dios, deben gozar del descanso y tiempo libre para poder atender la vida familiar, cultural, social y religiosa. ” (Compedio de la Doctrina Social de la Iglesia, nº 284)
Una de mis compañeras de trabajo me expresaba esta semana el nivel de ansiedad y cansancio con el que vive su día a día e, incluso, las consecuencias físicas que esto está teniendo en su propio cuerpo. Dolores de espalda, mal dormir, etc. son ya cotidianas para muchos que, como ella, con mejor o peor intención, se han olvidado de que trabajar no es la única tarea de la vida.
En la Iglesia, todos los que trabajamos en alguna de las instituciones que pertenecen a ella, ya sea hospitales, colegios, asociaciones, etc., hemos conseguido algo que creo que no es beneficioso para nadie: enmarañarlo todo y disfrazarlo todo de “misión”. En muchas ocasiones, con la razón de la mucha “mies” que hay y de los pocos “obreros” que somos, acabamos trabajando más que en una multinacional anglosajona cuyo objetivo es ganar dinero y no almas. ¿Cuántas de nuestras personas acaban en el psiquiatra, en el psicólogo, en terapia, en el fisioterapeuta, machacadas de ansiedad o algún trastorno de la familia, etc.? ¿Cuántos abandonan familia y amigos en pos de la misión? ¿Es que familia y amigos no son prójimos a los que cuidar? No tenemos nada claras las fronteras entre lo que es trabajo, lo que es misión, y cuándo debe terminar uno, una, y empezar otra cosa.
Para un creyente, su misión fundamental es responder a la llamada de Dios, a su invitación para acoger su Reino y ayudar a expandirlo, a dar fruto. Y oigan, esto no sólo se hace trabajando. Es más, llevamos tan en el tuétano eso de “construir” el Reino que seguimos pensando que el cielo se consigue a base de esfuerzo y codos. Mucho hacer y poco acoger. Mucho amar y poco dejarse amar. ¿Qué imagen de Dios y del Reino tenemos? Que un matrimonio se cuide y saque tiempo suficiente para ellos es mucho más misión para ellos que no verse más que al final del día por estar cuidando sus misiones particulares. Y eso no es incompatible con ser una familia en salida, que se da y se entrega lo que haga falta… Que seamos testimonio también de amor por la cultura, por un sano disfrute del ocio, por saber vivir la vida son Sabiduría… también es mucho más misión que vernos con ojeras, estrés y cabreados en muchos de nuestros lugares de trabajo. Que sepamos sacar ratos para pasear y disfrutar de la creación, para dialogar con los amigos, para ser conscientes de lo mucho que se nos ha dado… ¡oigan! ¡Esto me habla mucho más de Dios que asistir a misa con la soga de aquellos que sólo saben cumplir la Ley, o pasarme el día trabajando maldiciendo muchas veces la vida mísera que llevo…!
La misma Iglesia que, en sus documentos, nos recuerda que debemos disfrutar de descanso y tiempo libre, luego nos enmaraña con jornadas largas a las que responder si uno no quiere vivir con peso de conciencia. Esto tiene que cambiar. ¿Quién es el primero que pone la primera piedra?
Ojalá esta Cuaresma muchos nos confesemos de adorar al Dios trabajo y de no dejar tiempo para descansar también y disfrutar de lo dado. Ojalá nos confesemos de no dejar a Dios ni descansar el séptimo día de la creación.
Un abrazo fraterno – @scasanovam