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¿Por qué felicitamos la Navidad… esta Navidad light, baja en calorías?

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Santi Casanova - publicado el 12/12/17

Llega la hora de escribir felicitaciones de Navidad y me encuentro de bruces con la que ha preparado la Casa Real de España. Impresionante. Un posado que de navideño tiene… dejadme pensar… ¿nada? Tremendo. De lo que somos capaces. Desvirtuamos todo. Así vamos. Temerosos y renqueantes por una sociedad que va quitando toda la tierra bajo nuestros pies. Porque oigan, la Navidad es una fiesta religiosa y sino es así, no es Navidad. ¿Usted quiere juntarse en familia? Pues muy bien. ¿Usted quiere hacerse regalos? Pues muy bien. ¿Usted quiere decorar la casita cada año con arbolitos y pesebritos más o menos bonitos? Pues genial. Pero al menos sean sinceros consigo mismos. Jesús ya está acostumbrado a que le cierren puertas pero al menos hagámoslo con madurez, y no como los chiquillos, que hacen mirando a otro lado.

La familia no es el centro de la Navidad. Lo siento. No es así. No es el centro de la fiesta. Ni la abuelita, que ya está muy mayor, ni los tíos, que hace tiempo que no vemos, ni los primos, los cuñados, el hermano que estudia fuera… ¡Que no! Es más, la experiencia dice que cuando Jesús no está en medio… la familia puede llegar a ser un escenario bélico de primer orden en cualquiera de las cenas y comidas organizadas a tal efecto. Claro que es bonito juntarse. ¿Juntarse sin motivo vale la pena? Claro. Siempre. Pero no es ese el centro de la Navidad.

Tampoco sirve de mucho en este momento repetir de memoria lo que nos han enseñado pero que nunca hemos conseguido llevar a nuestra vida. Decir que celebramos que nace Jesús, que es el cumpleaños de Jesusito, que nace el salvador, etc. pues está bien pero si nos quedamos ahí… pan para hoy y hambre para mañana, en una sociedad que defenestra rápidamente todo lo que se queda en la epidermis. Nos quejamos de la secularización del mundo pero tampoco estamos siendo capaces de dar sentido muchas veces a nuestras fiestas.

Lo importante no es que Jesús nazca. Ya sé que nos encantan los bebés, y más si son rubitos y descansan en una mullidita cunita de paja. Pero el matiz creo que no es ese. Lo que celebramos es que Dios se haya encarnado, se haya hecho uno de nosotros, haya bajado a nuestro nivel para acercarnos a nosotros al suyo. Celebramos que gracias a la encarnación podemos ver a Dios, tocarle, escucharle, conocerle. Celebramos que no es un “Todo”, un “Algo”, una “Fuerza”, un “Espíritu”, una “Energía”… lejana y desconocida, siniestra incluso. Celebramos que Dios quiso ser un hombre, elevando todo lo humano a una dignidad máxima. Celebramos que eso nos permite hoy y aquí seguir en contacto con Él, en nuestros prójimos. Celebramos que ese día en Belén Dios se hizo hombre para que yo me hiciera un poquito más Dios.

Que las luces no esconda a la Luz. Que los regalos no escondan al Regalo. Que la familia no esconda al Hijo que nos hace hijos de un mismo Padre. Que los buenos deseos no escondan al Amor más extremo y definitivo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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