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No eduques a todos tus hijos igual… y acertarás

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Santi Casanova - publicado el 28/04/17

Es usual escuchar entre los padres y madres que tienen varios hijos eso de “pues fíjate, los hemos educado a todos igual y cada uno ha salido distinto”. Yo creo que, a veces, el lenguaje nos traiciona y aunque somos capaces de entender que cada hijo es distinto, en el fondo, a algunos les cuesta aceptar que no todo depende de lo que hacen los padres.

Por lo de pronto, los hijos “no salen distintos” sino que “son distintos”. Esta primera afirmación… ¡cuesta tanto ser aceptada! Nos cuesta aceptar que, como padres, no tenemos todo el control ni todo el poder ni toda la influencia que nos gustaría sobre nuestros hijos. ¡Gracias a Dios! Los niños no son un producto de fabricación, que entran en una cadena de montaje cuando nacen y llegan al hogar, y salen bien fabricaditos y montaditos cuando les llega la hora. Esto no funciona así. Uno de los mayores esfuerzos y de los mayores retos de los que somos padres es aceptar que nuestros hijos “son” independientemente de nosotros, que tienen sus gustos, sus sueños, su forma de ser, su carácter, sus manías, sus dones y sus defectos.

Si aceptamos lo anterior, es un error “educar a todos igual” porque, sencillamente, no son iguales. Cuando son pequeños, ellos son los primeros que intentan igualarse y los pequeños quieren tener los mismos derechos que los mayores y los mayores pretenden ser tratados como los pequeños cuando les interesa. Y hay niños y hay niñas y a algunos les gusta leer y a otros pintar y a algunos les gustan los puzles y a otros la pelota y unos son besucones y cariñosos y otros callados y distantes… Necesitamos compartir tiempo con ellos para verles y escucharles y observarles; y comprobar que cada uno tiene unas capacidades distintas y a cada uno le cuestan cosas diferentes. Y está bien ir avanzando en ir relacionándonos con cada uno de manera distinta. Incluso a la hora de establecer normas y criterios, podría darse el caso de que no todas sirven para todos. ¡Cuántas veces hay que empujar y animar a uno justo donde hay que frenar y retener a otro!

Y hay otro aspecto importantísimo es la variabilidad que apreciamos. Las circunstancias generalmente, con cada hijo, son diferentes. Los tiempos de los que uno dispone, la tele que uno ve, la atención que uno pone en ellos, los trabajos que pueden ir cambiando, la propia realidad familiar, etc. hacen que sea imposible “educar a todos igual”. Los padres no educamos aislados de lo que nos rodea, o no deberíamos al menos. Educamos en una familia concreta, en un barrio concreto, en una ciudad concreta, en un país concreto, en un tiempo concreto, con una sociedad concreta… Como decía aquel, educamos los padres y también educa la tribu. No hay otra opción.

Hay que seguir educando, enseñando, corrigiendo, poniendo límites, animando, destapando, abriendo puertas, transmitiendo valores, creencias y tradiciones, sacando de ellos lo mejor y ayudándoles a ser felices y a amar. Pero sin dar “el mismo café para todos” y sin pensar que somos “el ombligo” de nuestros hijos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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