En los últimos días estoy intentando compartir con mis hijos los juegos en los que dedicaba buena parte del tiempo cuando llegaban estos días de final de junio cuando era niño. Yo he jugado mucho solo. También jugaba con mi hermano, la relación era buenísima, pero tenía una serie de entretenimientos para mí solo y que, dicho sea de paso, se prolongaron hasta mi juventud, de lo cual no me avergüenzo.
Recuerdo el calor templado de Coruña en aquellos años y la satisfacción de haber sacado el curso con holgura y trabajo. Recuerdo las mañanas soleadas y las ventanas abiertas de casa. Recuerdo a mi madre cocinando con la música puesta y grabando cintas vírgenes, de 60 o 90 minutos, en las que guardar las canciones del momento u otras más antiguas que nos gustaban. Y en medio de ese ambiente, me visualizo todavía tirado sobre la gran alfombra de mi habitación, con dos playmobils y una canica jugando auténticos partidos de fútbol. Me compraba una libretita pequeña y en ella organizaba ligas o mundiales con selecciones, creaba los grupos, establecía el calendario y luego iba disputando, con los dos muñecos y la canica, todos y cada uno de los partidos previstos. Escribía los resultados y la clasificación y, con eso, disfrutaba como un enano de mi tiempo libre. No necesitaba mucho más.
Compruebo ahora que a mi hijo pequeño le cuesta jugar solo. Está acostumbrado a hacerlo con sus hermanos. Esta acostumbrado también a tener canales en la tele con programación infantil permanente. Está acostumbrado a disponer de una tablet de vez en cuando. Y cuando se le cierran todas estas puertas, no sabe qué hacer. Y aquí estoy yo, su padre, intentando animarle a leer (se está enganchando a los cómics de Tintín) y enseñándole juegos que a mí me sirvieron de mucho. Y está aprendiendo a disfrutarlo.
Cuando leo en algún artículo que es bueno que los niños se aburran, porque eso fomenta su creatividad y les hace buscarse soluciones, estoy de acuerdo en buena parte. Pero a la vez compruebo que no es tan sencillo, porque no es lo mismo aburrirse ahora que hacerlo hace 30 años. Hay que acompañar y trabajar poco a poco posibilidades. Con paciencia cariñosa de padre o de madre o de hermano. Y los resultados llegan.
Un abrazo fraterno
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