La Navidad es, también, la historia de un matrimonio en el momento inicial de su vida en común. Es verdad que el protagonista de la historia es el Niño que nace pero, ¿puede ser interesante fijarse en esa pareja de recién casados formada por María y José?
- María y José no tienen un gran recorrido de su vida en común. Están empezando. Están conociéndose. Se han casado y han comenzado a vivir juntos. Uno y otro han apostado por esa boda. Podían no haberlo hecho. Pero decidieron cargar cada uno con el otro y con su historia. Esa apuesta marcará fuertemente la realidad matrimonial que conforman. Su decisión es, con seguridad, una apuesta. No es un dejarse llevar. No es simplemente el siguiente paso que toca. No es rutina y ya. Es un buen comienzo: un matrimonio que comienza con amor, con el conocimiento suficiente pero también con una buena dosis de misterio.
- María y José son iluminados por el Espíritu por separado y, sin embargo, esto parece también crucial en el nuevo matrimonio. No sólo sucede previo al matrimonio sino también luego, una vez nacido el Niño. El matrimonio no elimina la personal relación de cada uno con Dios, ni siquiera su particular manera (a los ojos del mundo) de ir interpretando la realidad. Ambos respetan este hecho. Se respetan el uno al otro. No pugnan. No luchan por el poder de la relación. Simplemente aprenden a leer como voluntad de Dios para ambos el soplo del Espíritu en cada uno.
- Aunque es cierto que María y José se saben distintos y se profesan un sagrado respeto mutuo, no es menos cierto que ambos entienden su matrimonio como una realidad que los ha entrelazado de manera íntima y para siempre. Nada hay de cada uno que no afecte al otro. No hay mejor lugar para cada uno… que el otro. Por eso María se agarra del brazo de su marido y, pese a todas las dificultades del camino, decide ir con él hacia el lugar de sus orígenes, allí donde debía ser empadronado. Tenía otras opciones: quedarse con su familia, por ejemplo. Pero María sabe cuál es su lugar. María sabe quién debe ser el primero en ver al niño. María sabe que hay experiencias que deben ser vividas juntos y, tal vez, solos.
- El camino que recorren juntos de Nazaret a Belén es una bonita imagen del camino que todo matrimonio está llamado a recorrer juntos, hacia el cumplimiento de la misión encomendada a ambos. Todo matrimonio está llamado a “traer a Jesús al mundo”. No sólo es una misión para cada cristiano sino también una misión familiar. ¡Una misión preciosa! ¿O no? Pero una misión que exige salir de los sitios de los que veníamos antes, de nuestra historia particular, de nuestro pasado, de nuestras familias… que exige hacer camino, escucharse, apoyarse mutuamente, sufrir juntos y juntos cuidarse.
- Y, por último, destacar que el “fruto” de ese matrimonio que decidió creer en Dios y en su Palabra, ese Niño, viene al mundo en la precariedad, en la incomodidad, en la pequeñez, en un hogar que sencillamente dista mucho de lo que muchos de nosotros entendemos por una “familia perfecta”. Dios nace en una familia precaria pero en una familia cuya fuerza está en su fe. No necesitan tener una gran casa, ni excesivas comodidades, ni holgura económica, ni todo bajo el control de resabiados libros de autoayuda familiar.
Por todo ello, la Navidad es también un buen momento para mirarnos en pareja, en familia, y recordar dónde está nuestra fuerza; asumir nuestra bendita pequeñez y ponerla en las manos del Padre. Pues el fruto vendrá de Él, pese toda nuestra pobreza.
Un abrazo fraterno – @scasanovam