Cada familia decide su manera de funcionar cuando se presentan planes a los que no todos pueden asistir. Hay que optar. Conozco familias amigas y cercanas que han apostado desde el principio por ir a bloque, al menos la pareja, y si no pueden estar los dos juntos, o incluso con los hijos, declinan llevar el plan adelante. Otras familias elegimos otra manera. Nosotros, desde prácticamente el comienzo, siempre hemos pensado que la familia no se resiente pese a no funcionar como bloque y que, en realidad, donde está uno estamos todos.
Mi mujer y mi hijo mayor llevan 3 días de viaje en el proyecto de Escuela Viajera de la Casa Escuela Santiago Uno, de Salamanca. El viaje dura 10 días y les va a llevar a conocer y visitar buena parte de Inglaterra y Escocia, desde Cambridge, Londres, Oxford hasta llegar a la bella Edimburgo. Este viaje estuvo en discernimiento un tiempo. Mi mujer y yo lo afrontamos abiertos a cualquier posibilidad y fuimos hablando un día y otro, viendo diferentes opciones. Finalmente nos decidimos por ir la mitad y la otra mitad quedarnos. ¿Podíamos haber ido todos? Muy difícil. ¿Debería ser eso barrera para que aquellos de nosotros que podían, fueran? Pensamos que no.
La experiencia de cada uno siempre redunda en el bien de todos. La comunión familiar no sólo existe “de cuerpo presente” sino que es mucho más. Evidentemente, la familia necesita tiempos y espacios comunes. Muchos. Nosotros los tenemos. Pero, a la vez, creemos que es bueno que haya también momentos y circunstancias donde algunos de nosotros nos encontremos sin “todos”. En este caso, por ejemplo, mi mujer y mi hijo compartirán una experiencia muy importante para sus vidas, para ellos, y la vivirán juntos. Y tendrán tiempo para hablar, para aprender, para compartir sólo ellos dos. Su relación, la relación madre-hijo, se verá beneficiada. Lo necesitan. Se necesita. Y con ello, todos nos veremos beneficiados. Yo, por el contrario, me quedo en casa con los otros dos y también me permitirá tener ratitos para compartir en exclusiva. Ellos me tendrán a mí y yo a ellos. Dormirán en mi cama a turnos conmigo, compartiremos planes, deberes, cocina, desayunos… Las experiencias individuales suman a la familiar. El bien de uno suma al bien de todos. Si no es así, algo falla.
Respeto absolutamente a las familias “piña” pero, sinceramente, no creo que nosotros nos queramos menos o estemos menos unidos que ellos. Tal vez, incluso, aprendemos la bondad de la familia, del grupo, de la comunidad… sin olvidar que cada uno, a la vez, debemos desarrollarnos, seguir nuestros caminos, escribir nuestras historias… Nunca me ha gustado la idea de que mis hijos o mi mujer fueran ultradependientes de mí. Y así hemos crecido todos.
Ojalá cada uno encuentre su sitio, el que le apetezca. Lo más importante es que la familia sea un lugar saludable donde todos y cada uno crezcamos amados y en libertad.
Un abrazo fraterno – @scasanovam