Trabajar en un colegio, estando apasionado por la educación de niños y jóvenes, te da la posibilidad, y te lleva a la obligación, de afrontar la realidad que a uno le toca vivir, dirigir la mirada de tus alumnos hacia afuera y hacerles pensar sobre lo que observan alrededor. Compruebo como, hoy por hoy, necesitamos recuperar la capacidad de usar el cerebro que Dios nos ha regalado. Y los ojos. Y la boca. Y los oídos. Y las manos. Porque detecto una caída preocupante de nuestra capacidad de mirar, de escuchar, de pensar y de actuar en consecuencia.
Nos hemos acostumbrado al bienestar. A la comida blandita. A la bebida light. Al dinero en el bolsillo. A los comercios de chinos. Al todo a 100. A titular con suspensos. A viajar sin medida. A móviles, tablets, iphones y tele a la carta. Nos hemos hecho a la reproducción aleatoria de música y al spotify y a sus listas prefabricadas, a felicitarnos por whatsapp y a salir en Navidad porque la familia ya no importa tanto. Hemos rebajado los límites. Hemos distorsionado los cariños. Sólo vamos a misa cuando el cura es guay y consumo lo trascendente como si fuera un batido de chocolate. Desterramos el dolor y el sufrimiento y la muerte de nuestro vocabulario. Para no pasarlo mal. Y con todo esto pretendemos enfrentar crisis.
De los tres cerditos sólo se salvó del lobo el construyó con esfuerzo, tiempo y sudor una firme casa de ladrillo. Pero claro, ahora ya contamos el cuento de otra manera porque eso de que el lobo se coma a los cerditos es terrible e inaceptable.
Compruebo como tragamos carros y carretas. Comprueba como nuestra cultura cae. Como cada vez leemos menos. Como alejamos las aulas de la realidad para que los que salgan sigan siendo peoncitos que se muevan al son del más fuerte. Compruebo a los nuevos revolucionarios, con la barriga llena, mantita y calefacción. Bendita revolución la del Evangelio, que lejos de politizar se centraba en dar la vida junto al leproso, el pobre, la puta y todo aquel con el corazón dañado y escaso de dignidad.
Hacemos campañas de prevención de acoso sexual, de violencia de género y de prevención de bullying para luego escuchar a cualquier jefecillo manipulador que un escrache, una cacerolada, una manifestación con insultos delante de tu casa, rodear un edificio, quemar neumáticos y pintar comercios… es una manifestación pacífica del sentir de un pueblo. ¿Pero de qué estamos hablando? ¿Esta es la libertad que proponen? ¿Y tragamos con esto? Efectivamente, tenemos un problema. Olvidamos el lenguaje, vaciamos las palabras y se las robamos a los que les han dado dignidad y solera en la historia. Le robamos “libertad”, “diálogo”, “democracia”, “paz”… a los Martin Luther King, a los Gandhi, a todos aquellos que ahora salen de su tumba y no saben dónde meterse. Y seguimos tragando con una clase política adormecida, desesperanzada, corrupta en muchos casos y escasa de valores.
Educación en mayúsculas, por favor. Docentes, despertemos. Tenemos una ardua tarea por delante. No hay tiempo que perder.
Un abrazo fraterno – @scasanovam