Eran las 08:30 de la mañana de hoy cuando, tras llevar más de una hora despierto, me decidí a irme a bañar a la playa. Pocas veces voy tan temprano. Casi nunca. El sol comenzaba a salir por el este. El viento estaba calmado pero el mar se presentaba juguetón. Buena temperatura. Me metí en el agua. Un hombre se acercó por el arenal. Tendría alrededor de 70 años. Dejó la toalla en la arena, los zapatos, se quitó la camiseta, se acercó a la orilla, se santiguó y se metió en el agua.
Hay momentos, lugares y acciones diarias que son sagradas. Este hombre me lo hizo ver de una manera tremendamente sencilla. Y cuando digo sagradas no lo digo en el sentido más profano del término sino en el más espiritual y religioso. Lo cotidiano está lleno de liturgia que nos facilita el encuentro con Dios. Sólo hay que “saber disfrutar”. En el disfrute religioso de la realidad nos encontramos con Dios en lo más profundo de nuestro silencio, en lo más verdadero de nuestra condición humana.
Ese hombre no sólo estaba dándose un baño matutino sino que su acción estaba cargada de un significado mucho mayor y sus consecuencias tienen, también, mucho más recorrido. Lejos de la tecnología, del ruido, de la información, del deber y la tarea… este hombre se encontró con la naturaleza, con el agua tibia, con el horizonte inmenso, con el frescor en su cuerpo aún adormecido, con el placer de saberse vivo, con su capacidad para estar vivo…
De nosotros depende encontrarnos con Dios, para algunos, o con lo que queramos llamarle, para otros, en los pequeños ritos de cada día. Ya el Principito, con su sabiduría de niño, nos lo dijo bien claro: “Los ritos son necesarios”. El beso recién levantado a quien vive contigo, la oración de la mañana, la preparación del desayuno, el ratito de la siesta tras la comida, la lectura de un buen libro cerca de una ventana, viendo como se escapa el día, una ducha caliente tras un largo día de trabajo, la caricia de un hijo, lenta y profunda, el amasar lento para preparar un bizcocho…
Cada vez me siento más necesitado de estos pequeños rituales. Cada vez lo necesito más. Creo que el mundo lo necesita. Haberlo banalizado casi todo nos ha dejado en una intemperie demasiado fría las mañanas de invierno.
Un abrazo fraterno – @scasanovam