No es fácil gestionar el acceso a la tele o a los dispositivos electrónicos cuando son varios los niños en casa y cuando, además, son de edades distintas que hacen que no cualquier contenido sirva para todos. Llegados a este punto, lo difícil es buscar el equilibrio entre aquello que podamos ver todos y aquello que, por lógica, es propio de cada uno.
Igual que no es bueno dar a los pequeños contenidos que sean propios de edades más avanzadas, tampoco es bueno someter a los mayores a contenidos infantiles que nos les ayudan a madurar, a crecer, a pensar y a ir afrontando su crecimiento también en el consumo de este tipo.
Nosotros, que tenemos por costumbre ver cine varias veces durante el fin de semana, intentamos que los ratos de familia de sábado y domingo puedan ser compartidos y buscamos películas que puedan gustarnos a todos, incluidos a mi mujer y a mí. El cine siempre ha sido vivido en casa como una herramienta maravillosa para tratar determinados temas que, de otra manera, son difíciles de abordar o, simplemente, requieren ser traídos de manera un tanto forzada a las conversaciones familiares. Buscamos películas que puedan ser asumidas por el pequeño de la casa, de siete años, pero que tenga largo recorrido. Obviamente, el pequeño está viendo cosas que su hermano mayor no veía con su edad pero eso… no puede hacerse de otra manera. Al menos nosotros no sabemos. Preferimos priorizar el verlo juntos que dar a cada uno sólo lo propio de su edad. Flexibilidad asumible.
En cambio, es durante semana donde cada uno de los niños puede manejar mejor los contenidos que le son más propios. Los diferentes horarios del colegio, entre el mayor y los pequeños, facilitan que de manera sencilla encuentren ratos donde puedan disponer de series, películas o documentales que les gusta y que sus hermanos no podrían compartir.
Y cuando acudimos a una sala de cine, empieza a ser frecuente que nos dividamos en dos grupos. Hay películas que nos vienen bien a todos pero, cuando eso no es así, simplemente mi mujer o yo nos vamos con el mayor a ver una y el otro con los pequeños a ver otra. O sencillamente nos vamos en horarios diferentes.
Los equilibrios nunca son sencillos y nosotros intentamos hacerlo de la mejor manera posible en función de los criterios que ambos tenemos. El tiempo nos dirá si lo hemos hecho más o menos bien. El café para todos nunca sirve en educación y menos en casa. Es uno de los aspectos que hay que trabajar con los hijos, que tienden a compararse continuamente. A cada uno, lo suyo. Y a los padres, también. Porque también necesitamos ratos para acceder a “nuestros” contenidos. ¿O no?
Un abrazo fraterno – @scasanovam