Hoy en el oratorio, con los niños de cinco años, les recibí y les di la bienvenida a uno de los lugares más especiales e importantes del colegio. Cuando les pregunté dónde estaba Jesús, muchos respondieron que en el cielo. Respuesta típica. Es verdad. Pero está incompleta porque Jesús también está aquí, con nosotros, les dije. Luego, me dirigí al lugar donde se encuentra el sagrario y les conté que ahí dentro, también estaba Jesús.
- ¡Imposible! – me dijo uno de ellos.
- ¿No me crees? – le respondí.
- Nos estás mintiendo. – me dijo. – Jesús no cabe ahí.
La respuesta, evidentemente, gozaba de una lógica aplastante. Tal vez de demasiada lógica. Por eso les dije inmediatamente:
- ¿Y si os dijera que Jesús está aquí pero de una forma diferente a la que vosotros os pensáis? Una forma misteriosa…
El misterio capta entonces la atención y los ojos se abren como platos. Porque cuando dejamos la aplastante lógica a un lado y nos dejamos penetrar por el misterio, todo, de repente, cobra un nuevo cariz.
Y así seguimos hablando un rato de la Palabra, de la Luz, del Sagrario y de varias cosas que podían ver en el oratorio y que, sin embargo, significaban mucho más de lo que parecía a simple pista. Objetos, olores, colores… que nos hablan de una realidad, del Misterio que no somos capaces de encajonar ni de medir ni de limitar… y, muy difícilmente, de explicar.
Dios también es Misterio y es bueno que, desde pequeños, aprendamos a convivir con ello. Más si cabe cuando vivimos en una sociedad tecnocientífica donde se suele desdeñar todo aquello que no pasa por los filtros de la ciencia. Tomar conciencia desde la corta edad de que hay realidades verdaderas que son misteriosas porque no las podemos ver, ni tocar, ni oler… y que accedemos a ellas a través de alguna mediación… es necesario. El amor no se toca, ni se huele la tristeza, ni se ve la pasión del poeta o la valentía del héroe.
- ¿Vas a abrir el sagrario para que veamos lo que hay dentro? – preguntaron.
- Pues por ahora no – respondí.
Mientras, que el Misterio nos acompañe.
Un abrazo fraterno – @scasanovam