En el día de ayer, en medio de una clase de Antropología Teológica, mi profesor Luis nos explicaba la diferencia entre la “teología del tubo dentífrico” y la “teología de la fuente-taza”. Me gustó mucho y me dio mucho que pensar.
Cuántas veces planteamos nuestra vida de fe desde la “teología del tubo dentífrico”. Dejamos que nos estrujen y nos estrujamos hasta que ya no damos más de nosotros. Dejamos que la misión nos consuma y pensamos que a eso estamos llamados. A darnos, a quedarnos sin nada, a morir en el intento de transmitir la Buena Noticia para que el mundo sea mejor. Suena bien. Pero tiene sus peculiaridades… Quién vive desde aquí es alguien que, por lo de pronto, piensa que todo o casi todo depende de él mismo. Por eso se estruja tanto: cuanto más se estruje, más frutos. Confía normalmente en sus fuerzas y en sus capacidades. Se exige y exige a los demás. Su agenda está llena de actividades, de reuniones, de convivencias, de asambleas, de celebraciones, de compromisos… Llega a su casa con lo justo y piensa, con buena intención, que el Señor le premiará llegado el momento.
Muy distinto es vivir desde la “teología de la fuente-taza”. ¿Visualizamos todos una fuente-taza? ¡Sí hombre! Estas fuentes en las que el agua cae de un surtidor sobre un primer “recipiente” que, al desbordarse, deja caer el agua a un segundo nivel por debajo que, al desbordarse, deja caer el agua a un tercer nivel y así sucesivamente. Nada tiene que ver esto con el dentífrico porque los que viven desde aquí saben que lo más importante es ponerse a tiro del surtidor origen. Han descubierto dónde brota el agua y lo único que hacen es llenarse de esa agua y dejar que se desborde. No se trata tanto de esforzarse, de echar horas y puños, de “perder” la vida entre agendas inhumanas. Se trata de otra cosa: de estar cerca de Dios, de crecer en la relación con Él, de llenarse con su gracia. Y eso, al final, se acaba derramando si esfuerzo y llenado otros “recipientes”.
Hace poco leía unas palabras de un experto de pastoral juvenil que venían a decir que nuestros jóvenes están pidiendo más presencia y acompañamiento que actividades. Justamente piden eso que no tenemos tiempo a darles, en calidad, porque estamos tan enfrascados haciendo cosas que se nos va la vida en ello. Tubos dentífricos. Exprimidos… y limitados.
Fuentes. Es lo que necesitamos. Ser fuentes que beban del Surtidor que nos sacia la sed para siempre. Cuando nuestros corazones hayan sido regados con esa agua, el Reino irá haciéndose sitio poco a poco. ¿Cuándo nos daremos cuenta?
No somos mejores ni más valiosos por tener muchas tareas entre manos y ejecutarlas muy bien. Dios no nos pide eso. Nunca nos ha elegido ni por nuestra valía ni por nuestras capacidades. Su elección es gratuita y sólo habla el lenguaje del amor. Si somos capaces de dar eso que hemos recibido… habremos hecho más que suficiente.
Un abrazo fraterno – @scasanovam