Reconozco que a veces me gusta buscar más pies al gato de los que tiene pero me chirrían mucho las personas que, pretendiendo defender la pureza, critican en las redes a las personas no creyentes que se felicitan las fiestas. Reconozco que atisbo tras ellos una defensa agresiva y poco convincente de lo que significa la Navidad. ¿Cómo un Dios que viene para todos y que decide nacer precisamente en la intemperie de un mundo que lo rechaza, puede ser causa de distanciamiento entre personas?
Es verdad que la Navidad es una fiesta cuyo origen es el nacimiento de Jesús. Es verdad que nuestras sociedades occidentales se han ido secularizando. Es verdad que mucha gente celebra cosas sin saber bien qué celebra. Es verdad que por parte de políticos y actores sociales, a veces se percibe alergia a todo lo que huela a cristiano. Todo eso es verdad. Pero la Navidad es una fiesta para todos y deberíamos felicitarnos de que, aún desde la lejanía de la fe, las personas somos capaces de vivir épocas, momentos y acontecimientos especiales en nuestras vidas. ¡Hipocresía! gritarían algunos… Y ahí, sin quererlo, me vendría a la mente la Navidad de tantos creyentes que no se compone de otra cosa más que de comida, regalos y, como mucho, algún villancico.
No seamos tan duros con los demás, como lo eran aquellos puristas fariseos, no sea que nos pillen fuera de juego. Aquellos que se ufanan de ver deberían ser, pues, los primeros en vivir una Navidad plena de sentido, que no es lo mismo muchas veces que lo que ellos entienden por Navidad. Defender la Navidad como una tradición cristiana sin más no es defenderla en absoluto. Las tradiciones están bien. Son bonitas, necesarias… pero oigan… para eso nos quedamos en casa. Frío, intemperie, pobreza, sencillez, fe, austeridad, soledad, frontera… son palabras que a muchos de estos puristas de la fe no les suelen gustar. Ellos son de tradiciones de mantel bonito, finas copas, misa como Dios manda, la familia unida y el niño cantando Noche de paz, muchos regalitos en casa para que los pequeños estén contentos… y aquí paz y después gloria.
Dejemos que cada uno celebre lo bueno que le brota del corazón. Dios se hizo niño para todos. Irrumpió en la historia, sobre todo, para ir en busca de aquellos que no se consideraban dignos de Él. A los dignos los despidió vacíos…
Un abrazo fraterno y Feliz Navidad – @scasanovam