Mira que está recibiendo sopapos el Papa Francisco desde dentro de la propia Iglesia. Es curioso esta situación de ser más querido por los de fuera que por los de dentro, aunque si nos lo paramos a pensar bien, lo mismo le sucedió a Jesús de Nazaret, que comprobó lo difícil que era ser profeta en la propia tierra.
Muchos acusan al Papa de crear confusión, sobre todo acerca de temas morales. Tampoco gustan mucho sus acentos en determinados aspectos de justicia social y cuidado del medio ambiente. Curioso. Muchos querrían mayor claridad pero… ¿a costa de qué? Creo que el camino emprendido por el Papa Francisco es, sin duda, el camino estrecho, por mucho que algunos, cardenales entre ellos, se empeñen en hacernos creer que el Papa no se moja o que intenta dejar a todos contentos. Seamos serios y valientes. El Papa creo que intenta dar luz sobre aspectos de tremenda complejidad humana y en los que, lo primero, es rehabilitar a la persona, sanarla y darle la oportunidad de acercarse a aquello que Dios sueña para ella. La doctrina debe ser una herramienta para ello y no una piedra arrojadiza que pretenda aclarar lo que, de por sí, es tremendamente gris.
Jesús de Nazaret también conocía la doctrina y la Ley judía en los casos de la adúltera, del sábado… también conocía lo que se debía hacer en cuanto a los romanos, los publicanos, los leprosos, las mujeres… y aun así Él hizo algo nuevo, algo que, sin cambiar la Ley, priorizaba a la persona de una forma nueva. Así terminó Jesús.
Desde luego es más fácil vivir con normas y leyes y mandamientos que den claridad absoluta sobre todas las cosas. Eso nos evita tener que pensar, tener que responder tener que involucrarnos, tener que complicarnos la vida, pero el precio es altísimo. Nuestra necesidad de seguridad no puede ir más allá que la necesidad de misericordia ante el prójimo. Así nos lo enseñó el Maestro.
Queremos vivir con blancos y negros y sacrificamos la normal y real escala de grises. Reconocemos que hay escala de grises pero queremos seguir sentenciando con blanco y negro. No es posible. Y no pasa nada. Si algo nos enseñó Jesús es que Dios tiene una palabra para cada uno de nosotros y que esa palabra es, sin duda, de amor sobre todas las cosas.
Nuestro miedo, creo, es signo de nuestra debilidad, de nuestra pequeñez. ¡A ver si ahora la gente se piensa que todo da igual y que sirve cualquier cosa! No. Sin duda, no. Pero tampoco la Ley debe convertirse en una lápida bajo la cual vayamos dejando muertos por el camino. Nuestro Dios es un Dios de vivos, no lo olvidemos.
Un abrazo fraterno – @scasanovam