La Cuaresma está llegando a su fin.
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Ayer fui al cine y me encontré con el avance de la última película del particular director Tim Burton. La película lleva por título “
” y tiene buena pinta para ir a ver toda la familia, incluso para trabajar algún aspecto que se adelanta, en nuestros grupos de catequesis, etc. Pero lo que me cautivó totalmente fue una de las frases, casi un eslógan, que se dice en dicho tráiler: “Huye de lo ordinario. Celebra lo peculiar”. Cautivador.Todos somos únicos e irrepetibles. Todos hechos a imagen de Dios. Cada uno de nosotros, distinto, peculiar, bello y valioso. Tal vez sabemos la teoría pero cuesta ponerla en práctica en un mundo donde la globalización, que tan buenos frutos da en algunos aspectos, parece terminar con todo rastro de peculiaridad, incluso a nivel personal. Es como si este sistema nuestro que rige nuestra sociedad occidental tuviera, como una de sus máximas más sagradas, convertirnos a todos en borreguitos, iguales, dóciles, manejables… sin rastro de personalidad. Al diferente, ya desde la misma escuela muchas veces, se le penaliza.
Descubrir nuestra propia peculiaridad y ayudar a otros en este proceso es algo importantísimo. Encontrarnos con aquello que nos define, que nos hace distinto a otro, que nos revela la huella de Dios en su impresionante tarea de Creador de todo y todos. Desde mi cuerpo, hasta mi corazón, hasta mi escala de prioridades, mis gestos, mi manera de vivir el amor, mi manera de acariciar y de mirar, mi forma de vestir, la música que me gusta, aquello que me divierte, los libros que leo, lo que yo mismo creo, los dones que me han sido regalados, la misión que me ha sido encomendada… Celebremos lo peculiar.
Celebrar es mucho más que aceptar. Incluso dentro de nuestra madre Iglesia, uno tiene la sensación de que muchas veces nos aceptamos, nos soportamos… distintos, peculiares, diversos… en nuestra manera de creer, en nuestra liturgia, en nuestras expresiones de fe, en nuestra manera de leer la Palabra, en nuestras comunidades, congregaciones, parroquias… Aceptamos que somos diferentes, tal vez con resignación, como si fuera un mal menor… ¡Y no! ¡Celebremos que lo somos! Esta diversidad es deseo del Señor. ¡Celebrémosla! ¡Alegrémonos de que no somos iguales, de que no somos fotocopias, de que no hemos sido diseñados por ordenador, de que no estamos programados!
Huye de lo ordinario. Celebra lo peculiar. Bonito objetivo para este nuevo curso que abre sus puertas.
Un abrazo fraterno – @scasanovam