Querida hija:
Cuando de noche me das un beso, antes de irte a la cama, esté donde esté, pienso que no hay manera mejor de terminar el día, por muy difícil que me haya resultado. Tus besos contienen, posiblemente, el antídoto perfecto para todo el mal que campa por el mundo y, al menos para mi corazón, es medicina eficaz. Eres uno de mis mayores tesoros y de ti aprendo cada día. Tu perseverancia, tu curiosidad, tu mirada limpia, tu estar pendiente del otro… Tú me has hecho mejor desde que llegaste.
No es fácil ser mujer, ¿sabes? Gracias a Dios, muchas cosas han cambiado en las últimas décadas y aunque ahora puedes estudiar, votar, trabajar y tener dinero en el banco a tu nombre, sigue habiendo muchos que piensan que para lo único que sirves es para alimentar el monstruo que habita en muchos corazones masculinos. Cuando te miro, pienso en tu futuro y pienso que tenemos que hacer mucho juntos ahora para que tú, en unos años, cuando llegue tu hora, estés preparada para volar sola.
Papá te dice muchas veces que mujer no es sinónimo de Barbie y que los vestiditos y los sueños rosas no valen tanto como un coraje bien anclado, una inteligencia desarrollada y un espíritu cultivado y rico. Cada vez que quieran verte sólo en tu epidermis, tendrás que demostrarles que tú eres mucho más que eso, mucho más que ellos. Por eso te animo tantas veces a que tomes tus propias decisiones, a que no busques la aprobación ajena en exceso, a que no caigas en la trampa del espejo y a que no desaproveches tu tiempo. Ahora es el momento.
Muchas mujeres te precedieron dejando un testimonio de valía y fortaleza, en nada reñidas con la feminidad e, incluso, con la santidad. Si Dios eligió a una jovencita pobre de Nazaret para ser la madre de su Hijo, ¿cómo no pensar que tras esa aparente sencillez y humildad se esconde la mayor de las fuerzas, la más valiente? Busca referentes que te sirvan. Míralas y toma de ellas aquello que te pueda servir. No tienes que ser ninguna de ellas pero sí pueden inspirar una manera de ser mujer en este siglo XXI que te pertenece. Tienes científicas, reinas, monjas, periodistas, políticas, maestras, ingenieras, actrices, pintoras… Y, sobre todo, tienes a tu madre.
Tu madre es de esas mujeres que poseen el don de mirar con certera ternura, con delicada seguridad. Tu madre es de esas mujeres que siendo preciosa, no va por la vida de guapa. Tu madre es de esas mujeres que pudiendo elegir mucho, supo seguir su vocación de mamá. Tu madre es de esas mujeres que sabe lo que es trabajar y estudiar y cuidarnos. Tu madre es de esas mujeres que han sabido combinar sus aspiraciones sin desechar sus más cuidados dones. Tu madre es de esas mujeres que se ha hecho saber respetar sin tener que imponer. Tu madre es de esas mujeres con las que da gusto hablar porque sabe, conoce, tiene criterio, tiene opinión. Tu madre es de esas mujeres que ha luchado por seguir siendo ella aun estando conmigo, construir un nosotros que no se comiera su esencia más hermosa.
Así que ya sabes. Lucha por ser quien eres y por quien estás llamada a ser. El mundo te necesita más de lo que crees. Y yo también. Papá seguirá esperando tu beso cada noche, hasta que podamos besarnos para siempre.
Te quiero. Papá.