Llevo estudiando toda mi vida.
Tras mis estudios en el colegio, donde cursé hasta COU, me fui con diecisiete años a la Universidad de A Coruña a cursar Ingeniería Informática. Entré en el año 1994 y, con la carrera casi terminada, marché a trabajar a Madrid en el año 2000. Hasta el año 2008, el periplo fue muy costoso. Las pocas asignaturas que me quedaban me obligaban a viajar y, algunas de ellas, exigían asistir presencialmente a clases o laboratorios. El término de la carrera se fue dilatando hasta que en 2008 tomé la decisión de hacer un traslado de expediente a la Universidad Rey Juan Carlos. Esa decisión, difícil, fue clave para poder terminar mis estudios. El inconveniente fue que en la convalidación, aparecieron muchas asignaturas más, incluida una de 1º que se titulaba “Introducción a la Informática”. Así es la vida. Me encontré con 32 años, dos hijos, un trabajo exigente y con una ingeniería al 60%. Y ahí me puse, año a año, a sacar dos, tres, cuatro asignaturas por año. Además, en el horizonte, estaba el final del plan de estudios en el que yo me había matriculado inicialmente, ya que el Plan Bolonia exigía una nueva titulación, con nuevos planes de estudios. El año 2017 era el límite para terminar. Parecía muy lejano pero yo no iba muy rápido.
Mi familia fue clave para que yo pudiera sacar algún ratito, aunque no muchos, cuando llegaban los exámenes. El apoyo de mi mujer fue total. Pero las complicaciones eran tremendas. Estudiar por la noche tras casi 10 horas trabajando durante el día, con semanas de guardia incluidas, con la llegada del tercer niño en 2010… no fue sencillo. Pero perseveré. Pensé en abandonar muchas veces, pero nunca lo hice.
En junio de 2015, en solitario, entré en el aula donde me esperaba el tribunal que iba a escuchar mi defensa del proyecto fin de carrera. Fueron casi treinta minutos donde pude experimentar la alegría, serena y contenida, del final de una etapa muy larga de un desierto duro. Lo conseguí.
Ese mismo septiembre me estaba matriculando en el Máster de Formación de Profesorado de Educación Secundaria y al enero siguiente comenzaría el postgrado en Ciencias Religiosas en la Facultad de Teología de Granada. Y aquí sigo. El máster terminado. El postgrado a falta de un año.
¿Sabré vivir sin estudiar?
Estudiar me permite continuar creciendo. Me permite mantener la tensión vital en un buen nive. Me permite estar seguro de que tengo mucho que aprender. Me permite mantener mi cerebro y mis habilidades en forma. Me permite dedicar tiempo a la reflexión y al silencio. Me permite superarme a mí mismo. Me permite estar orgulloso de mi trabajo. Me permite hacerme preguntas y proponer respuestas.
Y pensar que hay personas que lo único que quieren es dejar de estudiar…
Un abrazo fraterno – @scasanovam