Hay una cosa que creo que no aceptamos de la Navidad: la noche. Es curioso. Tenemos Nochebuena y celebramos por todo lo alto la llegada de la Luz y no caemos en la cuenta de que el anuncio, la buena noticia, la encarnación, la llegada del Salvador… se produce de noche, en la noche, en nuestra noche. Por eso es buena noticia.
Os invito a que antes de cenar miremos y cojamos nuestra vida y la pongamos encima de la mesa. Descubriremos que también la oscuridad acampa en nuestros corazones. Las cosas no salen como queremos. No nos sobra el amor y, tantas veces, estamos heridos. Nuestra mirada se levanta triste muchas mañanas y nuestros ojos lloran muchas noches. Tenemos tantos sueños incumplidos… ¡hay tantos que ya se nos han roto! Muchos no sabemos ni qué hacemos aquí o no entendemos por qué los que peor hacen las cosas son, tantas veces, los que tienen más suerte y viven mejor. Echamos en falta a tantos… me echo tanto en falta a mí mismo, aquel que soñaba ser, aquella que se olvidó de quién era…
Reconozcamos nuestra noche. No nos gusta. No queremos vivir en ella el resto de nuestros días. No es plato de buen gusto. Hace frío. Uno se siente solo e inseguro. Da miedo. Pero es ahí, sí, en medio de todo este oscuro y desesperanzador escenario, donde ocurre lo inimaginable, lo impredecible, lo sorprendente, lo inefable, lo irreversible: la palabra de amor de Dios más definitiva, la caricia más tierna, el soplo de Espíritu más profundo.
No hay Navidad sin noche. Y sólo hay una luz. La fiesta verdadera no es fingir una fiesta que no existe. La alegría de verdad no es una alegría forzada porque toca. Hay fiesta porque tu pobreza y la mía han sido tomadas por Dios en sus manos y asumidas por Él para ser salvadas. Hay alegría porque la negrura escampa y porque hay una luz que ahora marca el camino, una luz que irradia calor y energía, que no se agota, que vive dentro de cada uno y que tiene rostro humano. Hay fiesta porque tú y yo nacemos de nuevo con el Niño que nace, porque ese pesebre es el nuestro, porque esa debilidad es la nuestra, porque esa fragilidad la conocemos. Hay fiesta porque Dios quiso ser uno de nosotros para que nosotros fuéramos Él.
Hoy es NOCHE-BUENA. No nos quedemos sólo con la segunda parte. Es la primera la que da sentido a todo. Sin miedo. Sin vergüenza. Sin culpa.
Señor, esta es mi noche y contigo se hace buena. Un día y otro y otro más… hasta el final de mis días.
Un abrazo fraterno – @scasanovam