Comienza la JMJ de Cracovia y todas las miradas de la cristiandad se vuelven, durante unos días, al ambiente joven y lleno de ilusión y energía que, en esta ocasión, envuelven a toda Polonia y al resto del mundo. Allí llega el Papa Francisco y allí se encontrará con muchos chicos y chicas que, acompañados por catequistas, párrocos, obispos, religiosos y religiosas, han peregrinado, han dejado atrás su seguridad, para escuchar la voz del sucesor de Pedro.
Hay aspectos con los que, es verdad, puedo disentir de la organización de este tipo de macroeventos juveniles a los que cada uno se une por motivaciones muy diversas, que cuestan mucho dinero y que pocos saben si realmente sirven para acercar a los jóvenes a Cristo y a su Iglesia. Pero más allá de eso, hay que abrirse al misterio de Dios y a la posibilidad de que salga al encuentro de muchos de los que se han puesto en camino.
Tal vez, y por mucho que pese a otros, lo mejor que pueden recibir los jóvenes en esta JMJ de Cracovia es el mismo mensaje que proclamó Jesús de Nazaret al comienzo de su ministerio: “EL Reino de Dios ha llegado. Convertíos”. Este Reino de Dios, esta realidad del Amor de Dios, de su Misericordia, es gratuito e incondicional. Esto es lo que deben descubrir estos jóvenes: una Iglesia que no carga sobre sus hombros una piedra pesada con todos los “tienes que” y todos los “prohibidos” y todos los “debes” sino justo lo contrario: una Iglesia que sale al encuentro a liberar, a quitar peso, a traer amor y misericordia a todos, a repartir perdón, a ofrecer el amor de Dios en el silencio de tu corazón. Un amor de Dios que, si se acepta, provoca una conversión, un cambio de rumbo, una novedad que irrumpe para poner la vida patas arriba. Un Reino de Dios que ya es pero que todavía no es en plenitud.
No vivimos tiempos fáciles (¿alguna vez los hubo?) y la Iglesia, más que nunca, necesita de hombres y mujeres que conozcan al Dios en el que creen o, más importante todavía, que intenten no manipularlo. Evangelizar nuestras falsas imágenes de Dios es una tarea urgente y nada sencilla pero hay que empezar con los pequeños, con los niños y jóvenes que serán el futuro de la comunidad creyente católica. Una falsa imagen de Dios no sólo condiciona tu esfera religiosa sino también tu esfera social, tu esfera política, tu esfera relacional… Nos jugamos mucho y no sólo nosotros, el mundo se la juega.
Rezo por todos los que estáis en Cracovia y por todos los que nos hemos quedado, por los que siguen dando su vida por Cristo y por aquellos que aún no le conocen. En sus manos misericordiosas estamos todos.
Un abrazo fraterno – @scasanovam