Ayer tuvimos que tomar una decisión en casa. Mi hijo mayor tiene la oportunidad de un pequeño intercambio de 10 días el curso que viene con un colegio de Inglaterra. Hay que contestar ahora, antes de terminar. Y ahí nos sentamos, toda la familia, en el salón de casa. Cierto es que los hermanos pequeños no podían aportar demasiado pero pensamos que es bueno tomar decisiones en familia y, de paso, que aprendan ciertas dinámicas que no son tan evidentes.
El primer intento había sido hace dos días. Su madre intentó hablar con él al respecto pero fracasó. Él ya tenía la decisión tomada y se puso a la defensiva cuando su madre intentó hacerle valorar otras posibilidades. Se suspendieron las “conversaciones” hasta ayer, que fueron retomadas. Por supuesto, lo primero fue sentar las bases: cuando hay que tomar una decisión no hay que estar a la defensiva, hay que venir abierto a escuchar, a valorar y estar atentos a lo que pensamos, lo que sentimos y lo que nos llega de fuera. Cuando ese mínimo estuvo garantizado, empezamos.
La dinámica fue fácil. Un ejercicio muy ignaciano: valorar pros y contras de ir a Inglaterra según la oferta del intercambio. Empezamos por las ventajas y los argumentos a favor. Dejamos que él empezara a decir. Y también dijimos nosotros. Incluso sus hermanos hicieron aportaciones muy interesantes. Que si conocer lugares nuevos, nuevas culturas; que si mejorar en el idioma, que si compartir tiempo con sus amigos, que si tener una experiencia significativa… Luego vinieron las contras. Salieron menos de las esperadas: el precio de la experiencia, la posibilidad de que no estuviera a gusto con la familia que le tocara, irse 10 días a comienzo de curso…
Antes de tomar una decisión, sus padres le hicimos ver que había más pros que contras pero que no todas tenían el mismo peso. El peso del dinero es importante. Por eso terminamos con un rico diálogo de cómo afrontar lo económico. Decidimos que los abuelos y sus tíos colaboraran en el viaje en lugar de hacerle otros regalos para su próximo cumpleaños y que, el año que viene, el cumpleaños debía ser más “austero” y “casero”.
Se aceptaron todas las condiciones y se tomó una decisión: irá al viaje. Tal vez lo más importante fue disfrutar de un sencillo pero importante ejercicio de discernir en familia. No es algo fácil y por eso requiere que les demos herramientas para cuando lleguen a su adultez y tengan que afrontar otras muchas encrucijadas. Y que el Espíritu siempre esté con ellos…
Un abrazo fraterno
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