La Cuaresma está llegando a su fin.
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Parece que estamos tan acostumbrados a querernos que, con el paso de los años y el fragor del día a día, olvidamos decirnos y recordarnos todo aquello bueno que nos encanta, nos apasiona y nos enamora del otro.
El día a día es una tentación perfecta para decirnos todo lo que hacemos mal. Que si no te has acordado de esto que te dije, que si no has traído de la compra lo que es mejor, que si no has duchado a los niños el miércoles, que si le has contado a tu madre algo que no quería que contaras, que si has organizado mal el día y ahora llegamos tarde a la cita con el médico, que si no has visto el vídeo que te recomendé, que si no me gusta la ropa que te has puesto para ir a la cena, que si… Muchas veces he detectado en mí mismo como una necesidad de “ganar”, de “llevar la razón”, de “ostentar el poder” en mi relación. Es como si yo necesitara ser el que lo hace todo mejor, el que nunca se equivoca, el que mejor se organiza, el que hace más cosas, el que más tiempo pasa con los niños… como si necesitara demostrarle a mi pareja que la empresa familiar funciona mejor cuando yo estoy al mando. Es un error.
Es un error, primero, porque es injusto valorarlo todo desde mis criterios, desde mis maneras, desde mis dones, desde mis prioridades. ¿Y las suyas? Evidentemente, mi mujer es y funciona de otra manera. A veces tiene otros criterios, otras maneras; tiene otros dones distintos a los míos y, muchas veces, sus prioridades son otras.
Es un error, segundo, porque no ayuda a converger sino más bien al contrario, genera confrontación, discusión y causa en el otro la creciente sensación de hacerlo todo mal, de no hacer nada bien. Y eso tiene consecuencias…
Y es un error, tercero, porque acaba oscureciendo todo aquello que sí me gusta, me apasiona, me enamora y envidio de mi pareja. Dedico tanto tiempo a expresar en alto cómo haría yo las cosas, cómo podrían ir mejor, lo que yo hubiera hecho diferente… que acabo pasando por alto lo maravilloso de sus dones, de sus opciones, de sus criterios, de sus maneras.
Cuando nos dedicamos tiempo desde otra mirada, la pareja va mejor y nosotros estamos más contentos, felices y satisfechos el uno con el otro. Decirnos lo que nos encanta del cuerpo del otro, de la ropa que ha elegido, de cómo va, de lo rica que está la comida que ha hecho, de lo genial que ha sido la peli que ha elegido, de cómo me gusta que me traiga un café mientras trabajo, de su whatsapp a media mañana mandándome un beso, de cómo se relaciona con los niños, del esfuerzo que ha hecho en tal o cual cosa… ¡Hay que decirlo! ¡Hay que expresarlo! ¡Hay que explicitarlo!
Ojalá sigamos caminando y aprendiendo qué es lo que funciona y qué no sirve. Juntos, seguiremos creciendo en nuestro amor.
Un abrazo fraterno – @scasanovam