“Crispación” es una palabra que está muy de moda últimamente. Todo el mundo dice que estamos muy crispados. Los medios lo dicen. Se lee en las redes sociales. Y el caso es que puede que sea así. O que acabemos crispándonos de verdad de escucharlo tantas veces.
A mí crispar me recuerda a las palomitas de maíz. En catalán la palabra que se usa para referirse a ellas se parece mucho a este verbo. Y en el fondo no deja de tener sentido: le temperatura del ambiente sube, la cosa se va caldeando, hasta que el maíz estalla. La cuestión que me surge hoy es preguntarnos si podemos hacer algo para rebajar este nivel de tensión, tanto personal como social. Creo que sí. Y lo creo desde el convencimiento.
Mi objetivo debe ser ayudar a rebajar la crispación en mi entorno más cercano. No puedo rebajar la crispación en las Cortes, ni en el Senado, ni en los países en conflicto… pero sí puedo rebajar la crispación en casa, en mi trabajo, en mi barrio. Y lo primero es apacentar el propio corazón. ¿Un poquito de silencio tal vez? Pues siempre bien. Y cuando digo silencio me refiero a dejar un poquito de lado la información, las noticias, las redes, los telediarios y todas esas cosas. Buscar un buen libro, escuchar una buena música, pasar tiempo con la familia y los amigos, jugar a algo, hacer deporte un poquito, pasear, tomar el aire… ¡Qué cosas tan poco originales! ¡Pero funcionan! Y si eres creyente, no te viene mal un poquito de oración. Leer las lecturas del día o adentrarte en una lectura un poquito más espiritual…
Una vez el corazón esté calmado, sentiremos de inmediato que percibimos la realidad de otra manera. Es como si la esperanza hubiera crecido y como si nos brotara salir ahí afuera, a los demás, con otra cara. Esa sonrisa bien alta, pero no por postureo sino porque brota de la paz que llevo dentro. Algún abrazo por aquí, un palabra amable por allá… Y entrar, claro que sí, a los temas candentes pero para poner sosiego, para escuchar a todos, para acercar posturas, para desdramatizar, para no darnos tanta importancia, para no situarnos en bloques ni levantar trincheras. Es posible.
Creo que desdramatizar y no darnos tanta importancia, tomarnos todos con un poquito de humor, ayuda mucho. Hay asuntos importantes, es cierto. Hay lugares donde la vida sigue siendo terrible. Pero caer en la crispación, en el desánimo, en el enfrentamiento, en la desesperanza… no es la solución.
Ojalá este fin de semana empecemos a practicar. Y ya veréis cómo la semana se presenta de otra manera.
Un abrazo fraterno – @scasanovam