Hace unos días visité con mi madre el Santuario mariano de Torreciudad, en Huesca, muy cerquita de Barbastro, tierra de santos y de mártires. Lo primero que hicimos fue visualizar un vídeo introductorio en el que se nos presentaba la historia del Santuario y había algún corte de entrevistas realizadas al arquitecto y al escultor que creó el retablo principal del templo. Me impresionó escuchar a este último contando las escenas elegidas de la vida de nuestra Madre y el propósito que buscaba con cada imagen. Así nos explicó la escena del desposorio con José, la escena de la Anunciación, la de la Visitación a Isabel, la del nacimiento de Jesús, la huida a Egipto, una escena cotidiana en el taller de carpintería y, por último, el centro del retablo en el que María está al pie de la Cruz.
La visión del retablo y las palabras de su creador me dieron que pensar. La cabeza me fue directamente a la siguiente pregunta: ¿qué imágenes de mi vida conformarían el retablo de mi existencia? ¿Está en todas ellas Dios presente de alguna manera? Parece una tontería pensar en estas cosas pero a mí me ayuda a veces a repensar ciertas cosas y a mirar atrás para reconocer mi propia historia y ver la huella de Dios en toda ella.
No me es fácil determinar aquí y ahora qué imágenes elegiría. La dificultad tal vez no estriba tanto en pensar en situaciones o personas importantes, que marcaron de alguna manera mi existencia y a las que les debo lo que ahora soy, sino en pensar en situaciones concretas, momentos precisos de mi historia, en los que se dieron gestos, miradas, palabras…
La elección que hizo el escultor del retablo de Torreciudad es, obviamente, una elección personal en la que refleja también su visión de la vida de María. Esa elección es, en el fondo, una mirada interpretativa de los momentos que nos hablan con mayor fuerza de quién era aquella mujer judía que ahora está en altares y santuarios de todo el mundo. Podía haber elegido la escena de Caná o una escena de su infancia junto a sus padres, o de Pentecostés, o de la Resurrección o la mítica escena conocida por todos como la “Pietá”… pero no… eligió lo que eligió…
También la elección sobre mis escenas vitales sería una mirada sobre mí mismo. Seguramente si encargara esa labor a 10 personas distintas, las diez elegirían alguna escena diferente, algún momento particular de mi vida que, bajo su mirada, cobra una relevancia especial en mi historia. Tal vez propongo el experimento a varias personas, a ver qué sucede.
No está mal pensar, aunque sea en vacaciones, sobre quién es uno y sobre la historia de salvación que Dios va haciendo contigo. Descubrir sus caricias y dar valor a las decisiones tomadas. No caer en la melancolía sino llenarlo todo de esperanza para seguir caminando hacia adelante con más fe y con más fuerza.
Un abrazo fraterno – @scasanovam