Querida amiga.
Fue hoy cuando nos enteramos de tu fallecimiento tras varias horas de búsqueda. Apareciste semidesnuda, en medio de unos arbustos y con evidentes signos de violencia. No hay todavía acusados ni detenidos. No tardará. España vuelve a estar conmocionada y las redes se han llenado de imágenes con tu nombre y de llamamientos desesperados para que esto no vuelva a suceder.
Te escribo con pena, con una gran tristeza al comprobar que esto sigue sucediendo en pleno siglo XXI. Porque lo grave es esto, ¿verdad? Que tú ya no estés entre nosotros por el mero hecho de que, para una mente enferma o prisionera de un mal difícil de explicar, tú no eras una mujer sino un objeto, un producto, un «algo» a su disposición. No has muerto por ser mujer sino por ser «cosa».
En España ya sabes cómo somos. Acabaremos haciendo de ti un nuevo producto de polémica, una etiqueta al uso para que unos y otros se posicionen en sus trincheras y se miren de reojo, culpabilizándose mutuamente por pensar como piensan. Esto también es triste, y mucho. Demostramos tan poco respeto hacia ti… «Cosa», ese es el problema, el problema que muchos no han superado. Y no se puede permanecer equidistante ante esto. Porque negar el sufrimiento de la mujer, históricamente hablando, es como negar hoy el cambio climático: es denostar la verdad a causa de una idea que debe imponerse. Y eso no es legítimo. Claro que habrá denuncias falsas de mujeres. Claro que habrá feministas que no atinan en sus reivindicaciones. Claro que no todos los hombres somos iguales. Pero es que escuchar esos argumentos cuando tú acabas de ser asesinada, o alguna de tus compañeras anteriormente, es perverso. Es querernos llevar a una equidistancia difícil de tragar.
Alguien te quitó la vida mucho antes de lo esperado. Una vida llena de proyectos, sueños, amistades, cariños y desvelos. Una vida que vale justamente eso: la vida. Nada hay por encima. Nada hay más sagrado. Y eso te fue extirpado. Antes muerta que mujer, debió pensar tu asesino.
Soy creyente y confío que hoy mismo estás ya en el cielo, sin heridas, viviendo una vida mejor y más digna, sin mal que te aceche ni te agobie. Desde ahí todo cobra otra perspectiva, seguramente. Ya nos contarás. Te pido, si me lo permites, que nos eches una mano. Encontrarás otra Mujer que lo fue todo desde su más absoluta pequeñez. Mirad a ver cómo cuidar a los que estamos abajo. ¿Qué hacer? ¿Cómo evitar esto? ¿Educación? ¿Más? Nunca se había hablado tanto en la escuela de este asunto. ¿Familia? ¿Sexo? ¿Enfermedades mentales? ¿Prevención? ¿Penas más altas para los criminales? ¿Reinserción? Aquí cada cual tiene su fórmula. Yo sólo sé que cuando el mal anida en tu corazón y te atrapa… sólo puede ser desbancado con el bien. Difícil asunto. Porque contigo ya no podemos hacer mucho. Pero ¿con quién te asesinó? ¿Y con las demás? ¿Y con los demás posibles criminales? ¿Quién es capaz de tener la solución perfecta?
Fuiste mujer y como mujer te fuiste. Eres mujer y como mujer te admiro. Y no lloro por postureo ni prometo, ni proclamo, ni exagero. No desvío la mirada de nadie para que sólo se fijen en ti, y en los que has dejado. Nada hay más importante. No grito, ni chillo, ni señalo a nadie, ni me tiro de los pelos… porque algo más podré hacer yo también, desde la serenidad pero con absoluta firmeza y sin desfallecer. Por lo de pronto, dar gracias por tu vida, pedir por tu alma y por los tuyos, y llorar para limpiar tus cicatrices. Y luego a luchar, a conseguir que nunca más un alguien que no es hombre trate como cosa a toda una mujer.
Un abrazo fraterno – @scasanovam