Estos pasados días tuve una actividad incesante en mis perfiles de las redes sociales, sobre todo en facebook. Con todo esto de las posibilidades de gobierno en España, de las propuestas de los diferentes candidatos, de las maneras y estilos de la nueva y la vieja política, de los retos de futuro a los que se enfrenta el país… Gracias a Dios, tengo relación con muchos amigos y amigas que no comparten mi fe, que no son creyentes; algunos beligerantes con la Iglesia Católica, otros simplemente pasan… Nuestra amistad y relación se sustenta en el cariño de muchos años, en el valorarnos y conocernos y también en el escucharnos y respetarnos. Digo gracias a Dios porque sus intervenciones me sirven para cuestionarme y, sobre todo, para intentar entender cómo recibe y percibe mis opiniones alguien que cree y piensa muy diferente a mí.
Generalmente hay una crítica que se repite: lo que se percibe de muchos de nosotros, de la Iglesia, es que nos preocupamos mucho más de lo doctrinal y moral que de la justicia social, que seguimos acusando, juzgando y dilapidando puentes con aquellos que viven una vida alejada de nuestros valores. Yo creo que hay parte de verdad y de parte de injusto en esa crítica pero, finalmente, creo que debe servirnos para darle una vuelta e intentar ver si se puede darle la vuelta. Y aquí también entra la manera en la que usamos nuestras redes y los mensajes que vertimos en ellas la mayoría de las veces.
¿Es importante la doctrina y la moral? Por supuesto, no voy a ser yo quien diga que no. Pero ¿no es también cierto que, como dijo el Papa, la misericordia va antes? ¡Señores! ¡Despertemos! Europa está en crisis. Claro que está en crisis. Claro que se ha olvidado de los valores cristianos y de sus raíces. Claro que no todo ha sido bueno, ni cristiano ni santo en estos siglos pasados de extendida y asentada cristiandad. Y claro que no vamos a volver a ellos a golpe de Catecismo. Los santos más reconocidos por aquellos que nos miran desde el edificio de enfrente son aquellos que se han embarrado, comprometido y extenuado con los parias de la tierra, con los más pobres de los pobres. Teresa de Calcuta, Monseñor Romero y otros tantos, son referentes para TODOS, compartidos y aceptados. Igual lo está siendo el Papa Francisco, porque se percibe FÁCILMENTE que el Evangelio tiene una concreción material con aquellos que más sufren y porque eso requiere de decisiones y no sólo de deseos. ¿Son los otros santos peores? ¡No! ¿Innecesarios? ¡No! ¿Es que la Iglesia no lo está haciendo ya? ¡Sí! ¿Se percibe eso con claridad? Ummmm, tengo mis dudas.
Europa está en crisis, pero no el Evangelio. La Iglesia está en crisis en Europa, pero no en el Evangelio. Porque incluso en aquellos que se dicen ateos, indiferentes, alejados… vive la semilla de Cristo. La vemos en su compromiso ejemplar, en su vinculación con asociaciones y entidades solidarias en pro de la justicia y la igualdad, en el bien que intentan tejer en sus despachos, hospitales, escuelas, tiendas, negocios, etc. El Evangelio está vivo y debemos ser capaces de reconocerlo en el otro y de hacernos fuertes para crecer desde ahí, juntos. ¿por qué no? No limitemos la acción de Cristo a nuestras iglesias, liturgias, creencias, partidos políticos, instituciones… Vayamos más allá. Salgamos a buscarlo y ayudemos a los demás a reconocerlo: «Amigo, amiga… esto es Cristo, ¿no lo sabías? ¿Nadie te lo había dicho? Pues sí, es Cristo».
Jesucristo levantó pocas veces el dedo acusador y, generalmente, fue dirigido a la clase religiosa y poderosa de la época. Por colar mosquitos y tragarse camellos, por ser tumbas blanqueadas, por cargar de peso las espaldas de hombres y mujeres asfixiados por la Ley… Vayamos a los pozos, a los caminos, a la montaña, a las tumbas, con los ciegos, los cojos, los enfermos, los muertos, las prostitutas, los presos. ¡Vayamos!
Un abrazo fraterno – @scasanovam